Días
atrás, por nombrar un caso, las autoridades, anunciaban que el colapso del
viaducto número uno de la autopista Caracas-La Guaira, no sería óbice, para
que los vacacionistas acudiesen a las playas del Litoral Central. Sin
embargo, un grupo de residentes de Vargas le salió al paso a tal
posibilidad: “No queremos Carnaval, queremos tranquilidad”. Un clamor que
resume las exigencias de reparación de la vialidad, canalización de
quebradas, de seguridad personal y quien sabe si hasta de emplazamiento al
gobernador Rodríguez Sanjuán para que se mude a su jurisdicción, porque no
reside, ni nació allí y se le tacha de no conocer el mencionado estado o de
conocerlo muy mal.
De cualquier manera, si se
trata de la desatención de las necesidades básicas como dirimente de
cualquier potencialidad turística, la misma queja se la hemos escuchado a
los margariteños, cumaneses, falconianos, anzoatiguenses, merideños,
guayaneses y hasta, a nosotros mismos, los caraqueños, dolientes, pero sobre
olientes de la basura de los alcaldes Barreto y Bernal.
¿Cómo hacer, entonces,
para impulsar el turismo nacional e internacional?
Algo que se acerca al
cuento de la gallina y el huevo. Si no hay turismo, determinadas localidades
parecen condenadas a no mejorar sus servicios básicos y sin estos últimos,
es imposible atraer visitantes.
LAS EMOCIONES FUERTES. Pero no todo
está perdido. Mientras los venezolanos salimos del actual drama de
ineptitud, politiquería barata y corrupción galopante, pueden implementarse
algunas soluciones, inmediatas y rápidas. Se las ofrecemos a la Revolución
Bolivariana, aunque mal nos pague.
Un gancho en la
materia, por así decirlo, sería la explotación de nuestra capacidad ociosa
instalada. Orlando, Florida, promueve el turismo infantil. El Vaticano, La
Meca, Jerusalem y otros lugares sagrados, el de carácter religioso. Boston,
Massachusetts, el de salud. Mientras que Cuba, se ha especializado en el
excursionismo sexual con su enjambre de jineteras, verdaderas
chicas-vitrinas de los logros de 53 años de gobierno - 46 en La Habana y
siete en Venezuela- del camarada Fidel Castro.
He aquí nuestra
recomendación: Venezuela, puede competir, ventajosamente, con el Parque
Nacional del Serengueti, lugar de convergencia obligada para todos los
visitantes del llamado Continente Negro.
Los recursos existen,
solo es cuestión de invertirlos juiciosamente. Ese impuesto al turismo que
pagamos, casi sin advertirlo, porque está incluido en la factura de
cualquier pasaje de avión o en la cuenta del más modesto motel de sábanas
calientes, en lugar del bolsillo de algún vivián, podría invertirse en la
promoción internacional de nuestras atracciones.
-¿Va a seguir con
ese fastidio de un convoy en el África, para cazar búfalos, hipopótamos y
rinocerontes? ¡No, oh! ¡Véngase a la Bolivariana, que es donde está el
sabor!
Los maleteros, taxistas
piratas, carteristas y mercaderes del dólar negro, que operan a la libre en
el aeropuerto de Maiquetía, harán las delicias de todos los amantes de las
emociones fuertes y de allí, directo, a la Carretera Vieja, donde el
tránsito entre los acantilados y las gandolas sobrecargadas de mercaderías,
pondrán a prueba los nervios de acero de los visitantes más temerarios.
FORAJIDOS WELCOME.
Nuestra promoción, no estaría completa sin spots publicitarios con
algunos famosos, en particular, aquellos que lo han pasado gordo en nuestra
geografía. Vladimiro Montesinos, Ballarales, Mono Jojoy, Mugabe, Don King,
los elementos del terrorismo iraní, una tal Gollinger, que se hace pasar por
abogado, el psiquiatra, dottol, Gyovanni Vásquez, a salvo, todos, de
paparazzis y corresponsales de ¡Hola! porque el paquete de la
excursión, incluye inmunidad contra la mala prensa. No será un turismo muy
selecto, pero es motorizador de la economía.
Total,
temporadismo de aventura al mejor estilo africano. No poseeremos un león con
melena, como en el mencionado parque temático, pero tenemos, uno, con
ínfulas vitalicias. Un verdadero rey (de los animales).
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