Matar Gatos

Principal   En El Universal    Cosas de Julián   El Articulista   Contact

 

Principal
DIARIO 2001
Comunismo y Gerundio
¡Plomo al hampa! Bolivariano
O comunismo o libertad
La Noche que mataron a Brito
Hijos de la Cuarta República
Se van las Colombianas
Lombrosianos y Política
Urosa y cierto comunista
La Operacion Chávez Abarca
Ramírez y Leocenis García
Abogados:Nada que Celebrar
Franklin Brito
Justicia de gorgojo
Magnicidios y Magnicidas
Juridificación Política
Las Milicias, salvarán la Patria
Las Odiosas Comparaciones
Tribunal Supremo de Justicia
A quien no voy en el Mundial
Alvarez Paz
Presidentes Bandoleros y Alcaldes
La Totonataria
Al Sr.Jorge Rodriguez
La Contrarrevolucionaria Arepa
Una Victoria de Butifarra
Duro de Matar
Tronas y Megatronas
El Rey de Tonga
Pagar Viudez
Papa (bolivariano) Habemus
Abogados:Poco que celebrar
Matar Gatos
El Propio Ministerio
La Cruzada de los Abogados
La Narcocomputadora
Circo, enanos y payasos
Mas Secesionista será Usted
La Plancha Salvadora
Prohibida la palabra Loco
La Maleta de Pandora
¿ Loco?
Estimado Juan Carlos II
Su hallaca en Miraflores
Horror Gamberro
En"El Universal"
En "La Razón"
En "El Nacional"
Cañón corto
Desempatarse
El Pimentón
Incensurable
La cadena
La partida
Llegar a Viejo
Llegar a Vieja
Pensando en Exiliarme
El Articulista
CONTACTO

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Escribía Bernard Shaw, que los pueblos pueden ser juzgados, según traten sus animales . . .


 

  En el muestrario de violencia que padece Venezuela, la prensa ha traído la información sobre la matanza de unos gatos ¿Cuántos fueron? ¿Diez 30, 40, 100? da lo mismo, si se considera que lo que pesa no es la cantidad sino el salvajismo.
No era la primera vez que los vecinos polemizaban por el caso. Las criaturillas del señor que habitaban las áreas verdes de un condominio, conjugaron el bíblico “creced y multiplicaos” en particular esto último y las opiniones de los residentes se polarizaron, como se encuentra polarizado el país.
Por un lado, los que acusaban a los felinos de ser agentes transmisores de enfermedades, incluido el mal de rabia, que es como ser señalado como supuesto agente del Imperio, merecedor del exterminio y por el otro, quienes depositaban la solución del conflicto en el equilibrio ecológico y la selección de las especies, lo que en el mundo natural, es el equivalente al diálogo.
 

Total, que luego de escaramuzas de diverso calibre, incluida la intervención de un juez, una mañana los animalitos amanecieron sacrificados.

La violencia doméstica, con su saldo de niños, pero mayormente, de mujeres maltratadas que cada vez que se publica en los diarios, ponen en levitación histérica a cierta retroprogresía, no es sino un dato más de una brutalidad expandida, en buena parte de nuestra población.

“Pégale a tu mujer, no te preocupes por qué, que élla sí sabrá el motivo”, reza un proverbio que algunos atribuyen a los árabes. Pero no. Tampoco es para imputar a los musulmanes, ni a un sólo sector de la Humanidad por el ejercicio de un machismo prepotente, casi siempre criminoso. Existe entre los venezolanos toda una cultura en eso de zurrar compañeras, no importa si la gresca es por dirimir quién administra el salario de una obrera o por la forma de interpretar la crítica de la razón pura.

¿Por qué se solventó una disputa entre vecinos asesinando gatos?
Escribía Bernard Shaw, que los pueblos pueden ser juzgados, según traten sus animales. la intolerancia que conduce a envenenar unos techeros lo mismo que a alguno que otro con pedigree, es la misma que atropella en las relaciones de pareja, en el trato con el menorcito y en la manera de considerar al adversario político. Una intolerancia que no quiere entender que las compañeras, los disidentes, los niños y hasta los gatos tienen sus propios puntos de vista, siempre respetables, y que la forma de ventilarlos no es a través de la estricnina. Hay procedimientos democráticos para todo, incluso para las mascotas que prefieren hacer pis en la alfombra. El pluralismo incluye la racionalización de estos asuntos lo demás, es fascismo felino.

El lector lo habrá notado. Soy amante de los gatos. En los circos hay leones, tigres, panteras, grandes felinos, pero que se sepa, nadie podido domar un gato pese a que se les ha levantado la calumnia de ser animales domésticos. El perro mueve la cola para comunicarse, el gato es un enigmático propietario que nos permite compartir “su” residencia. El perro, ladra, el gato piensa cuando duerme y observa cuando vela. El perro supone una política aplaciente, bonachona, que sólo sabe de incondicionalismos. El gato, una política cazadora, aventurera que al primer maltrato se desmarca y manda al supuesto líder para el otro tejado.

Unas inofensivas mascotas envenenadas, constituye una clarinada que advierte una intolerancia que comienza a penetrar nuestros más recónditos resquicios. Se principia envenenando al gato, pero se concluye degollando al dueño. Sólo podremos aspirar al calificativo de civilizados, cuando aprendamos a respetarnos y a respetar los animales.

Me hacía estas reflexiones, mientras desenredaba la melena de “Maala”, mi gata, quien retoza alrededor del teclado de mi computador. Claro, sin quererla más de lo debido porque mujer, al fin, si le doy demasiado afecto me lo retribuirá con sus afiladas uñas. Aunque todavía no estoy seguro, si me refiero a una gata o a una princesa salida de un relato de “las mil y una noches”.

© 2008 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio