Son las nueve
de una noche cualquiera. Por esas arbitrariedades del destino usted,
que en ese instante desempeña un rol social protagónico, agarra unas hojas
que le trae un “súperpana” del exterior y no solo las mastica con fruición,
sino que además, proclama ante las cámaras de TV, que por hacerlo, cada
mañana se despierta como un novillo o un potro y para demostrarlo, exhibe
los bíceps de supuesto acero de sus dos extremidades superiores.
En esta
última hipótesis, el asunto cobra dos ángulos. El primero, es que a la
letra de las convenciones internacionales suscritas y ratificadas por
Venezuela, con sus anexos, listas y protocolos, usted, ex lege, adquiere el
calificativo de “consumidor habitual” en cuyo caso, lo menos que le
corresponde es el internamiento en un centro de rehabilitación. Además, por
hacer tal cosa, en el submundo de quienes comparten sus hábitos, será
calificado con esos epítetos, muy expresivos, sonoros pero, de pésimo gusto
por lo menos para este cronista.
Nadie
puede quejarse si es calificado con un adjetivo acorde con su
comportamiento. En particular, si se jacta de este último en privado, pero
sobre todo, en público.
Comunismo,
deriva de la palabra común. De esta última, también proviene el término
comuna, que si nos atenemos al DRAE es una organización social y económica
basada en la propiedad colectiva y en la
que
se eliminan
los valores familiares tradicionales. Comunista es quien instaura o pretende
instaurar un sistema basado en la comuna.
Jerónimo
Carrera, es un digno venezolano. Por más de 60 años el camarada Jerónimo
-actual presidente del no menos venerable PCV, el partido del “Gallito
Rojo”- ha sido comunista. Ni durante la dictadura de Pérez Jiménez, ni en
los años duros de los 60, cuando Rómulo los combatió con virulencia,
Jerónimo –por quien siento profundo respeto, más allá de nuestras distancias
ideológica- abjuró de sus convicciones, ni pidió que en lugar de lo que
siempre es y será, lo llamasen social-dialéctico, utópico-filosófico,
socialista del siglo éste o de aquél, ni ninguno de esos remoquetes
huidizos, postizos y hasta cobardones.
Cuando
escuché que el Cardenal Primado de Venezuela, había sido citado a la
instancia parlamentaria por haber llamado, comunista a nuestro respetado
presidente de la República, -tengo que respetarlo, no sé si a regañadientes,
porque en cada misa, a los cristianos, se nos impone la obligación de orar
por nuestros gobernantes- pensé que era para colocarle una condecoración o
hacerle un reconocimiento.
¿No se
está promoviendo, con el impulso del jefe de Estado y con celeridad
sospechosa, antes de las elecciones del 26/S, la Ley de Comunas, que
pretende establecer la propiedad común y/o comunal y/o comunista, en
contraposición a la que cada cual se agencia con el sudor de su frente? ¿No
se regodeo –por no decir algo más grueso- el señor Chávez, cuando semanas
atrás, en sus narices, Raúl Castro -que tampoco desmiente lo que es, vale
decir, comunista de uña en el rabo- expresó que Cuba y Venezuela, eran la
misma cosa?
Escribo
las presentes líneas, después que el muy querido, monseñor Urosa declinó la
“invitación” a comparecer la Asamblea Nacional. No hace falta ser pitonisa,
para predecir lo que le tenían preparado las turbas gobierneras que lo
aguardaban en los alrededores del Capitolio. La hojarasca oficial hubiese
declarado, luego del atropello, que las fuerzas del orden impidieron que el
Soberano, lo linchase a causa de haber ofendido a quien ahora se ofende
porque lo adjetiven de comunista, por más que esto último le siga quedando
grande. |