Pero que más allá de
nuestras aprensiones, les funciona o por lo menos, así se lo piensan ellos
que es lo que cuenta.
Total, que ahora que hemos permanecido unas cuantas semanas en Miami, no
hemos desperdiciado esta oportunidad de seguir muy de cerca un proceso con
detonación a miles de kilómetros de Venezuela, pero con onda explosiva con
perspectivas de hecatombe en Miraflores.
Comencemos por la casi inminente ampliación
de los cargos fiscales. Al contrario del sistema que rige en Venezuela, el
equivalente a nuestro Ministerio Público luego de formular acusación por
delitos si se quiere, leves –en este caso no haberse registrado como agentes
de Estado extranjero- se reserva la posibilidad de presentar nuevas
acusaciones por infracciones graves de veras. Hasta ahora, las evidencias
recabadas contra los empresarios vinculados con el gobierno de Hugo Chávez,
presagian que vienen imputaciones por los peores delitos: legitimación de
capitales, asociación para delinquir (RICO Act), corrupción en el extranjero
con incidencia en EE UU (Foreing Corrupt Act) y obstrucción del curso de la
justicia (perverting the course of justice). Perpetraciones que el punitivo
sistema de justicia norteamericano, al cual hacíamos referencia puede
castigar con acumulados impensables en Venezuela, 100 a 150 años de
presidio.
También advertíamos al comienzo, que
el acopio de pruebas por parte de las autoridades norteamericanas, no cesó
con la apertura del juicio contra los venezolanos detenidos en Miami.
En particular porque el aparato de
seguridad de EE UU parece obedecer, desde meses atrás, a los mecanismos
previstos en la Patriot Act, que permite, escuchas telefónicas y grabaciones
ambientales sin autorización judicial, ni mayor límite de tiempo, así como
la intercepción de comunicaciones fuera del territorio de Estados Unidos, lo
que prevé la utilización en los juicios por abrirse, de conversaciones entre
altos funcionarios venezolanos, desde y hacia Miraflores, incluso, a través
de aparatos inalámbricos o celulares, quizá, uno de los elementos más
temidos por los posibles implicados.
A comienzos de 1987 se iniciaron en
Tampa y en Miami, Estados Unidos, varias investigaciones relacionadas con el
narcotráfico comandado en Panamá. A medida que avanzaron, llovieron las
delaciones y entrega de documentos bancarios de los socios y compinches de
Manuel Antonio Noriega que lo relacionaban con los delitos. Fue cuando el
dictador, en cuenta de la avalancha que se le avecinaba, acudió la típica
maniobra de huir hacia adelante. A saber: excacerbación de su nacionalismo
ramplón, querellas y diferencias con países vecinos, reivindicación de su
supuesto antiimperialismo, desplantes de guapetón, lo que de ninguna forma
pudo impedir el desplome de su gobierno dilapidador y corrupto, con
inconfesables vínculos con el crimen internacional.
El drama de los
venezolanos, tenemos que resolverlo nosotros. Sin desembarcos de marines, ni
paracaidistas extranjeros deshonrando nuestro cielo. Algo muy distinto a las
inevitables comparaciones entre dos personajes afines. Sobre todo, ahora,
que en Miami comienza a abrirse la pestilente maleta de pandora y los
compinches del gobierno forajido, conjugan el viejo y poco noble sálvese
quien pueda. |