Ahora, que
una calificada representación del foro venezolano, se ha declarado en
rebeldía y desacato de un fallo de nuestro Máximo Tribunal, leemos un
amplísimo reportaje de James Traub, publicado el domingo pasado en el
“Times” de Nueva York, bajo el título que encabeza la presente crónica. El
trabajo, narra la cruzada de los litigantes de Pakistán para resistir al
régimen forajido de Pervez Musharraf, un comandantón, rapaz, nepótico y
depravado, que tiene sumida a la nación asiática en la más desconcertante
pobreza. Los paralelismos son obligados. Tal parece que existe en algún
remoto confín, academia o escuela que imparte instrucción y entrenamiento,
de modo que los integrantes de la cofradía de gobernantes fascistas del
Planeta, adopten similares patrones de conducta.
Lo primero
que hizo el golpista Musharraf, cuando emergió como jefe de Estado fue
promover un cambio constitucional, para perpetuarse en el Poder. La
corrupción, pero sobre todo la inercia en la que había caído el depuesto
Partido Popular Paquistaní, sirvió como caldo de cultivo para la elevación a
la Presidencia, de un zafio, que en circunstancias normales hubiese sido
repudiado por sus inocultables taras morales, mentales y sentimentales.
Lo que
vino después se movió a velocidad de película muda. Corrupción, pero al
cubo, ineficiencia, abuso, fraude electoral para asfixiar la alternabilidad
democrática, pero lo más grave: la exacerbación de las rivalidades raciales,
religiosas y políticas. Es que ya lo tiene escrito Napoleón: “Nada peor, que
el yugo del subalterno”. Musharraf lo es, igual que su par de este lado del
océano.
Es claro
que un régimen bandolero, no puede metabolizar abogados y jueces autónomos e
independientes. Los iniciales acosos verbales contra el sistema de justicia,
dieron paso a las destituciones masivas de jueces hasta alcanzar a Iftikar
Muhammad Chaudhry, presidente de la Corte Suprema.
Es en tal
punto, que los profesionales del derecho pakistaníes toman la calle,
encabezados por Aitzaa Ahsan. Un reputado jurista, de la tradición de
litigantes-mártires, que como Jawaharlal Nehrú, Nelson Mandela y nuestro
Andrés Eloy Blanco, se lanzó a la lucha por la vigencia del imperio de la
Ley y al establecimiento de la justicia social.
Ahsan y
más de 500 colegas, mujeres y ancianos, incluidos, fueron, golpeados,
esposados y arrestados. Se registraron numerosas reclusiones en prisiones
remotas, donde los trasladados no pudiesen recibir ayuda de sus familiares.
Mientras tanto, la Guardia Nacional paquistaní allanó de la manera más
bárbara, la Alta Barra de Abogados de Lahore. Acecha medida similar contra
nuestro Colegio de Caracas.
En sus
estadios iniciales los gobernantes gamberros agreden a opinadores y
periodistas. Pero se encuentra bien documentado que cuando la brutalidad
política desciende a las cotas más bajas, los abogados, en particular los
respondones y con capacidad de réplica, se convierten en objetivo de las
fuerzas de represión. Menos mal que no hay sátrapa que dure diez años, ni
pueblo -en particular si es, el de la Venezuela de ahora- que lo resista.
|