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Estoy pensando en exiliarme a algún confín siniestro, distante de mis estribos de ahora, a buscar futuro, esperanzas, sueños al menos para mis hijos, porque a Julián Calatrava ya se le ha agotado el tiempo. A marcharme, yo que siempre le he tenido miedo a los aviones y detestado los aeropuertos. Exiliarme, y que un día cualquiera mi hijo Julián, orgulloso y enamorado, me presente a una catira, adicta a la goma de mascar, desgarbada y medio casquivana (Norman Mailler dice que todas las catiras son casquivanas) y me diga: " Viejo, aquí tienes a tu futura nuera,..". Y tener unos nietos, granujitas de ojos azules, hablando otro idioma que yo no pueda entender correctamente; y que cuando me vean sentado en mi mecedora rumiando lontananzas, me digan jugueteando: "¡Eh, Julián sanabovich!", y yo, sin entenderlos de un todo, en vez de dos correazos, les conteste: "Que Dios los bendiga. hijos míos.,.". Irme a un lugar, donde en vez de guarapita, tenga que arreglármelas con el bloody mary. En un lugar en donde en vez de ¡Coño! cuando me suceda algo grave tenga que decir " ¡ 0h, my God! ". Donde solamente pueda hacerme amigo del barman del botiquín más cercano, del dueño del quiosco de la esquina. y de alguno que otro prófugo bancario de medio pelo. ( Los prófugos de pelo entero, dicen que no se relacionan con la chusma). A una ciudad donde si una noche cualquiera como sucede a cada rato en Caracas, lo asesinan a uno de una puñalada al llegar a su casa, al menos el jefe de la policía no difunda el rumor que fue Josefina la que me mandó a matar porque se estaba entendiendo con el portugués de la esquina. (Como ninguna autoridad lo ha hecho, me arrogo el derecho de presentarle las correspondientes excusas a la viuda del beisbolista Gustavo Polidor. Señora de Polidor: Cada vez que la policía en Venezuela no puede resolver un crimen a tiempo, se da a la tarea de desprestigiar a la víctima o sus familiares con las versiones más rocambolescas sobre su vida privada, para inhibir así sus reclamos y confundir el dolor con la vergüenza. No ha sido el suyo el primer ni seguramente el último caso de tan despreciable procedimiento, que alguien haría bien en detener a toda costa). A no escribir más en El Nacional, sino en The Centinel de cualquier oscuro poblado; y no poder publicar ya más mis Antologías Urbanas, sino una columna de "Cocina suramericana" que no pasaría de ser la versión inglesa y fusilada del recetario del doctor Scannone. A exiliarme en un lugar de donde la gente no se esté afanando por marcharse, frustrada de tanto engaño. Pensando en exiliarme, como tantos venezolanos, porque aquí lo tratan a uno como a un bolsa, aunque si a ver vamos, en cualquier lugar extranjero nos ven a nosotros como unos superbolsas. Pensando en exiliarme, igual que el viejo Leo, pues no me quiero quedar porque ya no tengo a qué, aunque tampoco me quiera marchar porque no tengo a donde.
© 2001 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio
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