Su hallaca en Miraflores

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Me refiero al caso del hombre que amenazó al Presidente con una hallaca . . .


 

   

En la crónica obligada de la política de cada día, he aquí un hecho que alcanza las mayores cotas de lo atrabiliario. Me refiero al caso del hombre que amenazó al Presidente con una hallaca. Como lo oyen: una hallaca, porque ni siquiera fue un pan de jamón, lo esgrimido como potencial arma arrojadiza. Algo que despertó la ira, el desasosiego, por no decir el pánico de la posible víctima. Es que acciones desestabilizadoras tan ocurrentes demandan un alerta rojo. Mayor, incluso, que posibles explosiones dinamiteras, rutinarias, tradicionales, carentes de originalidad y por consiguiente, despojadas del factor sorpresa que en tales eventos juega un papel determinante.

 

Pero vamos por partes o por sus pasos bien contados. Chávez, resuelve reformar o alterar en lo fundamental, la Constitución - la misma cosa a los efectos de la presente crónica. El intento genera un verdadero corri-corre entre sus seguidores, igual que entre los opositores. Manifestaciones a favor o en contra de la propuesta, pretendido debate parlamentario, cuyo colofón fue el ejercicio del viejo y poco noble voto a mano alzada o sobaquero - las damas, en especial, perdonarán palabreja tan poco lírica, pero el castellano es el castellano- movilización de grupos que cobran por la partida secreta para convencernos, cabilla en mano, de las bondades del proyecto y por supuesto, porque no podían faltar, los ponzoñosos venablos.

Un ex presidente de México, lo llamó borrico con chequera. El  alcalde de Cochabamba, en un mitin celebrado en la  pista de un aeropuerto de Bolivia, utilizó el de macaco piojoso o mayor para deleite del graderío, mientras que una ONG de Burundi, sedicente defensora de la libertad de expresión, más que una comparación empleó lo que parece una maldición de la macumba africana: injerto de Idí Amín Dadá, Hitler y Stalin con Isabelita Perón y la Thatcher.  

Si esto ha sido así, a escala mundial, no hace falta recordarle a los lectores la artillería verbal detonada en el ámbito nacional, con motivo de la controvertida propuesta de reforma.

Sin embargo, la política es como es y un veterano con “V”, mayúscula, de tal oficio no tiene porqué perder el guáramo por descalificaciones, un poquitín exageradas para nuestro gusto. Además, sujetas al ulterior borrón y cuenta nueva postelectoral, por haber sido producto del fragor de una campaña cada día más encrespada.

¿Qué fue lo que le dijeron, exactamente, a nuestro Presidente que, al final, lo sacó de sus casillas?

¡Que en la próxima Nochebuena, no se comerá su hallaca en Miraflores!

En materia de pretendidas intimidaciones, cada cual hace de su camisa un sayo. Por ejemplo, si el comandante Guyón, autor de advertencia tan pavorosa, nos lanzara una parecida, le responderíamos muy campantes: “Está bien, Guyón, no me la como en Miraflores, pero me la engullo en la esquina de Curamichate y además, de gallina y con doble ración de pernil”.

Pero Guyón, fue compañero de Chávez, en el fracasado golpe del 4 de febrero. Lo de la hallaca y lo de su improbable ingesta en el interior del palacio presidencial, quizá, constituía, y constituye, aún, una clave secreta para las acciones más deletéreas. Como bombardear, como lo ordenó Chávez, La Casona, pese a que en su interior se encontraban, esposa, hijos y nietos del entonces presidente Pérez.

Aparte de todo, está el llamado Síndrome de Mandefuá, inspirado en el relato de Pocaterra. Panchito, de la calle y depauperado - hoy, además, sería güelepega, saltimbanqui a boca de semáforo y con el bolivariano remoquete de Niño de la Patria- no fue, que no cenó aquella Nochebuena. Lo hizo, pero con el mismísimo Niño Jesús. Damos por sentado que hallacas, porque el cuento es criollo y elemental, mi querido Watson: Mandefuá, más hallacas, multiplicado por un condumio, obligado, fuera de Miraflores, igual a que la contrarrevolución prepara un complot para mandarlo muy largo, directo y sin boleto de retorno, a cenar con el Niño Jesús. Como un Mandefuá, cualquiera.

 Ahora nos explicamos la pataleta.    

 

© 2007 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio