¿ Loco?

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El tema no es asunto de risa, aunque en muchos casos la locura ajena provoque carcajadas . . .


 

  Me corresponde el honor de haber lanzado el primer alerta, serio,  documentado y con rigorismo académico de semejante madre de filtración en la azotea. Ocurrió a comienzos de 1998 cuando en cuenta de sus recurrentes tics mentales y sentimentales, lo advertimos sin vacilaciones. Un honor dudoso que no deja de ser masoquista porque mientras peor se encuentre el referido paciente, peor estaremos los venezolanos, de manera que el tema no es asunto de risa, aunque en muchos casos la locura ajena provoque carcajadas.

Pese a que ha caído en cierto desuso científico, la sabiduría popular rehúsa a abandonar el término y sus clasificaciones para comprender el flagelo.

Es que no hace falta saber tocar el violín ni ser un virtuoso de piano, para apreciar si determinada orquesta desafina y alguno de sus integrantes en lugar de empuñar la batuta de una filarmónica que interpreta “Los Maestros Cantores de Núremberg” o “Das Liebesverbot” de Wagner, estaría más a tono como jefe de una banda no precisamente de músicos, sino de esas que huyen de la Interpol.

Puntualizado lo anterior, entramos en materia de la mencionada taxonomía vernácula:

Loco de carretera o loco de autopista, según las preferencias del aludido, por la velocidad de una gandola a más de doscientos kilómetros por hora, vista desde un hombrillo. Loco de cabuyita, para aquellos casos que aconsejan amarrar al afectado de la pata de su cama clínica. Loco de brinco, de acuerdo con las crisis diplomáticas, familiares o sociales que genere su coprolalia y patanería con, cardenales, ex esposas, compadres, ex compinches,  Presidentes vecinos y hasta con miembros de la realeza.

Loquito, así, en diminutivo, se asimila a lo que los psiquiatras califican como paciente borderline, de la más alta peligrosidad, porque son capaces de mimetizar su enfermedad y hacerla aparecer como de menor monta, hasta que desencadenan alguna tragedia colectiva. Loco de metra, locote, locatelli, locomotora y loco de chimenea, son otras de las elaboraciones del Soberano según los matices de frecuencia, furia, redondez absoluta de la chaladura o la compulsión por fumar, encapillado, cigarrillos con filtro aderezados con “Pecho Cuadrao” y varias grageas de Halol, Halooperidol, Ritalín y Prozac, como acostumbra a hacerlo nuestro individuo al filo de la medianoche. Loco de la cabeza es aporte científico de los hermanos margariteños, que más allá de la aparente redundancia o cacofonía, enfatiza que llegó el momento de llamar la ambulancia. 

La fuerza del loco es, quizá, una de las expresiones más agudas que hay que abonarle al ingenio criollo. Es sabido que para dominar la ira de un individuo calificado como de metra, se necesitan diez mozalbetes vigorosos, sin que importe que el infeliz tenga la talla, peso y contextura de un jockey de “La Rinconada”. En el plano intelectual, la fuerza del loco se manifiesta con cierta originalidad, inventiva y extroversión, que algunos electores –para su desdicha- confunden con la genialidad y el carisma. Allí reside la explicación de la pasajera popularidad de algunos locos de carretera en su papel de fundadores de sectas, vendedores de productos contra la calvicie o promoventes de reformas de la Constitución.

La distinción de la locura que demanda una camisa de fuerza de lo constituye oliente y moliente criminalidad lombrosiana que debe ser remitida a las colonias móviles de El Dorado o al Tribunal Penal de La Haya ha generado verdaderos quebraderos de cabeza a los especialistas.

 Pero en ese particular, también, nuestros modestos loqueros superan a los más reputados criminólogos ¿Loco? increpa nuestra gente llana a quienes llegada la hora alegan demencia para burlar la justicia. Para evitar semejantes evasiones existe el infalible “locómetro” que mide la chaladura según el afectado coma mucha  –si lo hace con palangana, mejor-  materia fecal en lugar de calificar como tal a periodistas independientes.

Allí lo tiene quien se promueve como salvador de la Humanidad, pese a que no aguanta ni un electroencefalograma

 

© 2007 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio