Caracas, es
la comunidad que más ha sufrido los embates del centralismo desaforado. Una
aparente paradoja. Ocurre que en la capital es donde surge con mayor fuerza
la omnipresencia, absorbente y abrasadora del Poder Nacional. Un gobernador,
es el primero en su patio, salvo en las horas o minutos de las esporádicas
visitas del Presidente de la República. Pero en Caracas, todo el mundo se
cree jefe. De allí que nuestro Alcalde Mayor, las 24 horas de día, los 365
días del año, se ve constreñido a marcar su territorio. No hacerlo, lo
convierte en pelele de ministros, directores de institutos autónomos,
misiones, empresas del Estado, por no mencionar al mismísimo Presidente. Nos
parece verlo y oírlo, en particular, en estos últimos cuatro años:
- A ver,
Barreto y Bernal, abrácense y no vuelvan a reñir más…- y los alcaldes Mayor
y del Municipio Libertador, ahí, posando ante las cámaras de televisión e
intercambiando falsas sonrisas. Como si nuestros problemas locales, fuese
asunto de abrazos y besos.
El lunes
pasado, apenas, la Alcaldía Mayor, anunció la disposición de entregarle la
administración del parque “Los Caobos” al Instituto Nacional de Parques, que
como se sabe, es un ente del gobierno central. Una nueva mutilación ilegal y
arbitraria de las potestades de nuestra municipalidad, porque la ley
Especial sobre el Régimen del Distrito Metropolitano de Caracas reserva tal
función a nuestras autoridades locales según lo corroboró el Tribunal
Supremo de Justicia en dos sentencias, la primera del 13 de diciembre de
2000 y la segunda del 19 de diciembre de 2002.
Esta nueva
mutilación, se suma al Decreto 5.814 emanado de la Presidencia de la
República el pasado 14 de enero, que le arrebató a nuestra Alcaldía Mayor la
dirección de la Policía Metropolitana. Desafuero que se pretendió legitimar,
después, con la promulgación de la Ley de Policía Nacional.
Por si
fuese poco, los caraqueños hemos presenciado con estupor, cómo Juan Barreto,
Alcalde Mayor, se ha desembarazado de la dirección de los hospitales del
municipio. Algo que, también, es de la competencia de nuestras autoridades
locales según la ley y las dos sentencias mencionadas en la presente
crónica.
En
definitiva, los caraqueños somos unos venezolanos de segunda. En situación
de minusvalía, porque mientras un oriental, un barloventeño, un llanero, un
andino, vota por su gobernador –o alcalde- y tales funcionarios de elección
popular manejan sus hospitales, jardines y organismos de seguridad, aquí, en
la ciudad capital, nuestra Alcaldía Mayor resigna sus funciones en el Poder
Central.
Hasta
ahora, el único que ha protestado e iniciado acciones concretas contra tales
trepanaciones, ha sido Ledezma. Por el contrario, Istúriz candidato
oficialista a la Alcaldía Mayor, ha guardado silencio cómplice del
atropello. Más de lo mismo, cabría calificar esta inacción de Isturiz, con
respecto a la nefasta de Barreto.
Los
cinéfilos de mi tiempo, hemos disfrutado mucho con la saga fílmica “Duro de
matar” en los que el ex policía John McClane, personificado por el actor
Bruce Willis, tiene que sortear los obstáculos más extravagantes, para
sobrevivir él y su familia. Ledezma es otro duro de matar. Durante los
últimos diez años, ha perseverado en oponerse de manera pacífica y
democrática al gobierno gamberro. Todo, en medio de severas limitaciones
financieras, porque su activismo no ha dependido del Erario Público,
allanamientos de sus oficinas, atentados contra su integridad física,
agresiones del Contralor General, quien quiso, pero no pudo, inhabilitarlo
políticamente.
Los
caraqueños, también, somos unos duros de matar. Por eso vamos a perseverar
en nuestro propósito de asumir el gobierno de nuestra ciudad a través de
representantes con verdadera autoestima caraqueña.
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