Confieso que por mucho tiempo no admití haber llegado a viejo. No es difícil suponer que la omisión me expuso a fracturas, esguinces, torceduras de tobillos, y demás lesiones derivadas de ejercicios que me resultaban por demás extemporáneos. Se comprenderá además que tal negativa también me expuso a algo todavía más grave: la risa y vacilones de familiares y amigos por cuestiones de moda, gustos musicales y pretensiones de cualquier clase, que todos - todos, menos yo por supuesto- consideraban como inadecuados a mi edad.

Sólo después de tratar de conquistar en forma consecutiva a tres damas espectaculares - espectaculares para mi gusto- que a la postre resultaron ser señoras con hijos casados y hasta con numerosa producción de nietos, me percaté de mi exacta realidad.

Como cada día aumentan los ingresos a los hospitales de señores con equivocaciones iguales a las que antes me colocaron en posición de peligro, me propongo en función estrictamente orientadora señalar los principales indicadores de haber llegado a la vejez, con lo cual creo contribuir con la salud de la ciudad, su estética y algo que en los actuales momentos es todavía más importante: contribuir con el bolsillo de los afectados.

Si usted sabe que significa el término adenoma prostático.

Si usted ha tomado la costumbre de portar en sus bolsillos cortauñas o pequeñas navajas (más grave todavía, es sustituir los cortaúñas por caramelos para repartirlos entre las secretarias de sus amigos).

Si ya se sabe de memoria la lista de medicinas que tiene que llevarse en sus viajes.

Si se ha aficionado a guardar los diarios que después jamás lee.

Si se levanta a las 3:00 a.m. a hacer pis, y además ha contratado los servicios de un repartidor que le lleve los periódicos a esa hora.

Si ha comenzado a creer que Caracas de noche es muy insegura.

Si se le ha elevado el ego porque la tarde aquella pudo hacer el amor dos veces

Admítalo. Admítalo cuanto antes y búsquese una buena compañía, porque no hay nada peor que un viejo solo. Y limpio.