El gentío se burla, se mofa, hace
chistes muchas veces crueles, por la evidente proliferación de estos
complots. Algunos hablan que van por 54, las denuncias de estos pretendidos
planes magnicidas. Otros de mala o peor uva, no sabemos si para devaluarlos,
como quien deprecia nuestro signo monetario, los contabiliza en centenares,
Hace pocos años, la propia CIA,
hizo su propio mea culpa, en esta materia.
Para atentar contra la vida de
Fidel Castro, por ejemplo, los agentes de la contrainteligencia
norteamericana, planificaron más de 700 operaciones. Así como lo leen:
alrededor de siete centenares de intentonas, entre ataques dinamiteros,
envenenamientos, lanzamientos de misiles inteligentes, utilización de la
macumba o de la propia santería cubana, elaboración de habanos emponzoñados,
inoculación de tiña tonsurante en la legendaria barba del camarada
Comandante, para debilitarla, para dejarlo calvo en esa geografía del cuerpo
humano y así restarle musculatura revolucionaria, un Sansón del Caribe, a
merced de los filisteos. Total, una tentativa por mes, en los casi 50 años
de la dinastía Castro.
Las matemáticas son infalibles.
Es cuestión de sacar papel y lápiz. Si en medio siglo contra Fidel,
planificaron 700 intentonas, no tiene nada de particular, que en poco más de
una década contra, quien se considera su hijo, las fuerzas del mal y sus
aliados más recalcitrantes, hayan orquestado 100 o más complots del mismo
tenor. Solo que no llegó a ejecutar ninguno. Ni contra el padre, ni contra
de su benjamín.
En cuanto a la utilización del
hampa común –incluidos ladrones de autos y rateros de medio pelo - para el
exterminio de cierta clase de jefes de Estado, tampoco hay nada nuevo bajo
el Sol.
Después del fracaso de la
invasión de “Bahía de Cochinos”, Richard M. Nixon, decidió que era hora de
buscar verdaderos profesionales. Fue cuando convocó al Salón Oval, a
los principales capos de la mafia siciliana. En las célebres cintas que
causaron la caída del “Dicky-Triky” se escucha su voz carrasposa dando las
instrucciones del caso. Los lectores de servirán recordar que los modales y
la forma de expresarse de Nixon no eran las mejores:
-Ustedes, que son bien, pero bien
(censurado), se van para esa isla de (censurado) y me (censurado) a ese
(censurado). Y ya lo saben: si fallan los cuelgo por (censurado).
Los pupilos de don Corleone
viajaron a La Habana. Pero ni éllos ni quien los envió, contaban con un arma
secreta de la pretendida víctima. Nos referimos a las millares de
“jineteras” que han proliferado en la llamada “Revolución del 26 de julio”.
Así que los presuntos sicarios en lugar de cumplir su “trabajo” se dedicaron
a pasarlo gordo en la isla. Hay quien asegura que hoy reposan en las
fundaciones de concreto armado de algún rascacielos de Manhattan.
Toda modalidad de violencia
política, no solo hay que condenarla, sino que denunciarla con firmeza. Por
lo mismo he aquí nuestra modesta contribución –aunque mal nos paguen- para
identificar al verdadero responsable de estos complots magnicidas que crecen
como la verdolaga, en Venezuela, pero que a todas luces son producto de la
guerra informativa de alguna agencia gubernamental.
¿Quién se beneficia con estos
cuentos del centenar de planes magnicidas? La respuesta es evidente. Nos
referimos al individuo que le cobra a la pretendida víctima, en barriles de
petróleo contantes y sonantes, por proteger su vida o por el know how
necesario para haber salido ileso de 700 o más atentados.
¡Qué Posada Carriles, qué Chávez
Abarca, ni qué ultraderecha recalcitrante! Esas pretendidas operaciones
magnicidas tienen el tufo de ser made in “La Isla de la Felicidad”.
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