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A los políticos no se les puede creer, ni cuando ellos mismos piden que no se les crea . . .


 

Epiménides el Cretense, miembro fundador del partido  "adecopeyanomaserreista" del Egeo,( siglo V a.c.) en un trance       sentimentaloide y poniendo cara de circunstancias, una vez declaró:"todos los cretenses son unos mentirosos". 

El quid de esta paradoja, conocida como la del mentiroso, es que resultó longeva, y de forzosa incorporación (con ligeras modificaciones) al vademécum de los partidos políticos del universo, al tenor de la siguiente máxima:

  "Todos los políticos son unos mentirosos".  (Firmado) "Todos los políticos". O lo que es lo mismo, que no se les puede creer ni cuando ellos mismos piden que no se les crea.

¿No es cierto que si el presidente, pre-candidato, jefe de fracción parlamentaria o secretario general de cualquiera de nuestras organizaciones políticas declara: " amigos, pueden estar tranquilos, que la harina Pan consevará su precio", sale usted disparado al automercado a comprarse dos docenas del producto antes de que el alza se concrete? ¿Cuando un director de Hidrocapital declara que en su urbanización se va a ampliar el acueducto, no es verdad que usted reacciona contratándole a un albañil la ampliación del tanque de su casa, en previsión del seguro racionamiento? Dígame. ¿qué hace usted, cuando sale un ministro diciendo que el dólar no va a subir, o que los rumores de golpe son falsos? ¿Verdad que no le cree?

Ahora si los políticos - especie reiterativa - y cuyo único valor agregado es dar materia prima a los humoristas, siendo que los humoristas no generan valor agregado, si los políticos, decía, siempre mienten, no sólo sus respuestas son falsas, sino también sus preguntas; dicho de otra forma, si alguno de ellos me quisiera preguntar la hora, seguro que lo haría en los siguientes términos: "Serafín. ¿qué hora marca tu reloj?", a lo que tendría que contestarle: "Mire señor, yo no me llamo Serafín, mi nombre es Julián y no tengo reloj, pero de todas maneras son las diez de la mañana".

Todo lo anterior para poder explicar el enredo de la partida secreta, con los doscientos millones - según la investigación- pasó lo que a Songo: que le dio a Borondongo, Borondongo le dió a Bernabé, éste a Muchilanga, Muchilanga a Burrundanga a quien le "jinchan los pies". Tenemos que convencernos que esos reales se perdieron, sin saber a dónde ni por qué, como siempre ha pasado con una partida secreta que se respete a sí misma y se precie de serlo.

La partida secreta, en sus treinta y cuatro años de matrimonio, ha sido la esposa casquivana de la democracia representativa, sólo que después de tanto tiempo, el marido que estaba orgullosamente enterado de las liviandades de la dama, exige airado que la Corte Suprema de Justicia, le expida su correspondiente credencial de cuernecía.

 


© 2001 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio