No era la primera vez que ocurría. En mayo de 1545, Pierre Falcon, había
asumido la representación de los insectos en un litigio presidido por el
juez François Bonnivard, quien en su sentencia dictaminó que tal plaga era
consecuencia de la ira Divina, por lo que los vinicultores tuvieron que
arrepentirse de sus pecados. Asegura en sus memorias, el clérigo Romanet,
que los lugareños siguieron al pie de la letra las penitencias que les
impuso el juez, lo que se tradujo, en pocos meses, en la extinción de la
plaga. Pero años más tarde los insectos reaparecieron con mayor virulencia
de allí que los afectados, exigieron volverlos a sentar en el banquillo.
El juicio fue presidido por el vicario general François de la
Crose y los cargos los formularon dos abogados, François Amenet y Petremand
Bertrand. En nombre del pueblo de St. Julien, los letrados hicieron el
siguiente alegato: “Anteriormente, por virtud del servicio divino y las
súplicas, la furia de los animales cesó. Ahora éllos, han incumplido su
“palabra de gorgojo”, a través de las depredaciones que nos infligen nuevos
daños”.
El pedimento central de la acusación, invocaba varios
precedentes, uno de ellos, contenido en la mismísima Biblia. Se refería a la
expulsión del Jardín del Edén de la serpiente de Adán. Otras
“jurisprudencias” fueron igualmente citadas. Topos, ratones, langostas y
toda clase de insectos rastreros o voladores, habían sido condenados en
estrados judiciales, solo que ante la imposibilidad de ser encarcelados, los
jueces se habían conformado con excomulgarlos y el correspondiente anatema.
Pierre Rembaud, defensor de los acusados, tomó la palabra: “Los animales no
podían ser objeto de sanción alguna porque habían aparecido sobre la faz de
la tierra, mucho antes que los humanos, luego, si había algún culpable, eran
éstos, por invasores”. Los fiscales contrarreplicaron. Los seres inferiores
fueron creados para estar al servicio del Hombre. Además, si los bicharrajos,
entre sí, se castigaban y se penalizaban, más derecho tenían a hacerlo los
hombres y mujeres creados a imagen y semejanza de Dios.
El día de los alegatos finales, los acusadores le propusieron al
abogado defensor un arreglo amistoso: si los gorgojos abandonaban los
viñedos, antes de las 12 de la noche del 24 de julio de aquel año, no serían
excomulgados. El abogado Rembaud, pidió un plazo para consultar la oferta
con sus clientes.
Los amables lectores se servirán no burlarse de los pobladores
de St. Julien del Siglo XVI. Igual que las invasiones de gorgojos, los
torbellinos económicos no se intimidan con amenazas. El señor Chávez, por
impericia, negligencia o dolo, trasegó 100 mil millones de dólares de las
reservas del Banco Central traspasándolas al FONDEN, allí las malbarató, las
dilapidó, sin rendirle cuentas a nadie; destruyó nuestro agro y nuestra
industria, lo que produjo el aumento de las importaciones hasta llevarlas al
90% de lo que consumimos; bajo su gobierno, la tasa de inflación proyectada
del país, subió al 35% anual, tercera más alta del mundo, algo que induce a
la fuga de divisas, porque los ahorros en bolívares se remuneran al 12% y
nadie va a colocar su dinero en Venezuela, para después de un año tener 23%
menos de lo que tenía. Ahora, el señor Chávez, quiere conjurar los demonios
que, él, mismo desató, penalizando, criminalizando, anatemizando,
excomulgando como quien excomulga gorgojos.
Lamentamos muy de veras, no poder relatarles el desenlace del
mencionado juicio. Los folios finales de todos los archivos de St. Julien,
fueron devorados ¡por la plaga de gorgojos!
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