Antes de los
detalles, que muchas veces abruman, conviene una consideración general. Nos
referimos a la cuasifilosofía del providencialismo con su respectivo Mesías,
como subproducto más repugnante. La ecuación es rusticana y sencilla. Si
determinado liderazgo es producto de la voluntad de Divina, solo Dios y no
la fuerza del voto podrá desbancarlo de una jefatura de Estado. Allí subyace
el desprecio por las elecciones limpias de todo supuesto enviado por la
Providencia. Si ese no es camino más corto para la violencia, que venga
alguien y nos lo diga.
Todavía, año
y dos meses después, el mismo Consejo Nacional Electoral que entregó en
“tiempo record” los resultados del pasado domingo, no ha sido capaz de
publicar los resultados del dos de diciembre de 2007. 1.200 gramos menos, en
rebanadas, de credibilidad en el supuesto árbitro electoral.
Usted
compite y no gana. Hasta allí, nada de particular. Pero lo que no puede es
estar obligando a otra competición y otra y otra y otra, hasta que la suerte
o las circunstancias le resulten favorables. Peor si lo hace a contrapelo de
norma expresa y con la complicidad de árbitros, jueces y demás altos
funcionarios supuestos a ser imparciales. Otros 500 gramos menos en el
respeto a las reglas del juego.
Si, yo,
como en la coplilla del viejo corrido mexicano, cuando pierdo arrebato,
infundo desesperanza y pérdida de fe en la justa competencia. En esto,
precisamente, ha incurrido la camarilla de Miraflores a raíz del 23 de
noviembre. No les quedó más remedio que reconocer que perdieron en la
Alcaldía Metropolitana de Caracas, en las gobernaciones de Táchira, Miranda,
Nueva Esparta, Carabobo. Pero al día siguiente del conteo, mutilaron las
funciones de dichas entidades regionales y organizaron bandas de matones
para acosarlas. 100 lonjas menos de fe que el voto de la disidencia vale lo
mismo que el voto gobiernero.
El
ventajismo, con su vieja y poco noble Ley del Embudo en medio de la campaña
electoral, inhibe y fomenta la abstención, en particular, entre aquellos que
sienten y padecen el atropello.
El
eurodiputado Luis Herrero fue expulsado por supuesta intrusión en nuestra
política doméstica, mientras días atrás, un extranjero de mal vivir, pillado
alguna vez, drogado, calzoncillos en los tobillos, en compañía de “amigos”,
como Maradona, viene, promueve la reelección presidencial y por hacerlo
recibe paga de la partida secreta. Otras lonjas menos del elemental trato
igualitario a las facciones que participan en la contienda.
La
petrochequera de Pdvsa en la rebatiña a cambio de votos. La censura previa a
la propaganda de la oposición, mientras que la publicidad oficialista,
plagia, se excede de los topes máximos, utiliza las numerosas televisoras y
radioemisoras propiedad del Estado. La coacción y apremio contra empleados
públicos, beneficiarios de créditos y denominadas misiones. Kilo y medio
menos de desconfianza en el poder del voto producto del terror, porque
cuando tiene sentido, la gente arriesga empleos, gabelas y hasta sus propias
vidas, pero la impunidad en el atropello transmite la sensación de que
cualquier sacrificio, resultará improductivo.
Total, que
lonja a lonja, como quien rebana una butifarra, fueron descuartizando la fe
en el voto. Una victoria de butifarrero, quizás, ajustada a la aritmética,
pero ilegítima y espuria, en su raíz, porque es producto del fraude de
Estado. Expresión que no deja de ser benevolente, para quien trata las
ajenas, como “victorias de mierda”.
|