La recontrainteligencia gubernamental acaba de desvelar
el XCVIII intento de magnicidio. Algo olía mal en la Dinamarca de tal tipo
de complots, con tanto silencio al respecto. Así que una frase suelta
relacionada con la Espada de Damocles o el simple tarareo de aquella tonada
cañonera “Musiú que come cochino ¡ jamón con él!” condujo al descubrimiento
de la más reciente intentona de la ultraderecha contumaz, dura y
recalcitrante. En materia de magnicidios los venezolanos hasta once
años atrás, habíamos sido más subdesarrollados que el llamado mundo
desarrollado, valga el aparente oximorón. Estados Unidos, registra los de
Lincoln, Garfield, Mc Kinley y Kennedy, así como los casos de violencia
política individual contra, el hermano de este último, contra Martin Luther
King, Reagan y Malcom “X”. En cuanto a Europa, tan solo de los siglos XIX y
XX, fueron enviados al otro mundo, el francés Carnot, la emperatriz
austríaca Zita, Francisco Fernando, archiduque de Austria-Hungría, además de
los primeros ministros españoles Antonio Cánovas y Carrero Blanco. Habría
que contabilizar, también, los intentos de eliminación de Juan Pablo II,
Bismark, Hitler, Napoleón I, Napoleón III y algún otro que se nos escape. El
homicidio de Delgado Chalbaud fue accidental. El intento contra Betancourt
fue planificado por extranjeros y en el frustrado ametrallamiento de Carlos
Andrés Pérez, su esposa, hijos, nietos y bisnietos, el cuatro de febrero de
1992, tampoco participó ni un solo venezolano. Ello no lo decimos en sentido
figurado, ni para halagar al cierto magnicida frustrado. Es que quienes
intentaron esa atrocidad contra una familia entera, no son de aquí, sino
oriundos de otra galaxia.
En lo que sí hemos sido prolíficos, es en lo que se relaciona con los
“cuentos chinos magnicidas”. Excusas para reprimir, para adular o algo
todavía más fatuo: para teatralizar la tragedia que significaría el
asesinato del hombre providencial, sin cuya conducción sabía, la patria se
perdería de manera irremisible.
González Guinand, más áulico que historiador, habla no de uno, sino de
cuatro complots para eliminar a Guzmán Blanco. La prensa oficialista de
tiempos de “El Cabito”, narra la inverosímil intentona del 27 de febrero de
1900 para tirotear y apuñalear a Cipriano Castro, a “quien el inesperado
ataque no logró alterar la serenidad de espíritu” al extremo que salvó al
pretendido perpetrador, un humilde empleado de una panadería, de ser
linchado por el populacho. Joaquín Crespo, habría salido ileso de un dudoso
cañonazo, en Maiquetía, cuando se disponía a embarcarse en el vapor
“Libertador”. Sobra decir que según los chupamedias de siempre, Crespo se
comportó en el lance “como todo un valiente” y hasta salvó a su familia.
Pérez Jiménez, fue menos lírico. Cada vez que ponía a correr la
especie de una supuesta conspiración dinamitera, no posaba de guapo, ni
abría una averiguación en el parlamento, sino que utilizaba el pretexto para
despachar a Guasina o a Sacupana, una nueva camionada de adversarios.
El primer sospechoso de un crimen, es quien se beneficia del mismo. En
lo que a nosotros se refiere, he aquí nuestro aporte para frustrar un delito
que repudiamos, sin titubeos y sin importar el nivel de inmoralidad de la
víctima.
2:00 p.m.. Punto único del Gabinete de emergencia: “Magnicidio,
potenciales culpables y calibre de los proyectiles para cometerlo”. El
primer exonerado es Fidel ¿Cuándo y dónde se conseguirá “otro” que entregue
petróleo a cambio de los espejillos, siempre falsos, de una revolución
fracasada? Obama, lo mismo. El oprobioso Imperio es petroleodependiente y ni
el bla-bla-bla, ni los arrestos de guapo, han sido óbice para seguir siendo
seguros suplidores. Los oligarcas de la banca, menos todavía. Jamás habían
acumulado tantas ganancias, como con quien habla de aniquilarlos.
Es en esta parte del dramatis personae, cuando tercia algún
fiel colaborador, potencial bateador designado a la hora de cualquier
vacante absoluta:
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¿Con azúcar o sin azúcar, mi “jefe”?
En su lugar, yo no les aceptaría ni que me dieran la hora.
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