El
cronista, tiene su propia opinión en la materia. Para expresarla de manera
gráfica existe un símil. Me refiero a la obligación de las damas honorables
de pagar viudez.
Una
señora, que al día siguiente de darle cristiana sepultura a su amadísimo,
inolvidable, adorado e irrepetible esposo se aparece con otro galán, ya
está. Se hace merecedora de las especulaciones más venenosas: ¿Se conocieron
en el propio velorio, camino al cementerio o el amorío venía de antes? No
faltará, incluso, el calificativo de araña negra, si el recién enterrado,
además de los encantos de la inconsolable mujer, legó fortuna que
administrar.
Si el
nuevo amancebamiento comienza tan prematuro y he aquí lo más grave ¿cómo
saber, a ciencia cierta, quién es el padre, si a los seis o nueve meses, se
produce un alumbramiento?
Los ex
chavistas, ahora convertidos en opositores, deben ser tratados con respeto,
consideración, como hermanos, porque no es el caso de calificarlos de
traidores, vendepatria, cobardes, como hemos oído en los “Aló, Presidente”.
Pero deben pagar viudez. En particular, para evitar dudas en torno a la
paternidad de sus acciones políticas.
Es una
buena analogía. Una campaña electoral, como un embarazo, es un proceso
esperanzador, propicio para los sueños, pero con sus malestares
característicos. Ambos, producen aumento abdominal, en un caso, por causas
biológicas y en el otro, por la abundante ingesta de sancochos y cervezas,
porque candidato que no bebe y come, opíparamente, con sus electores, no es
candidato. El día de las votaciones equivale al paritorio, el acto de
proclamación a la partida de nacimiento, hasta llegar los llamados “aires de
familia” útiles para predecir como será el comportamiento del bebecito.
¿Y a quién
habrá salido ese muchachito, gritón, bocón, matón, chorizón, verrugón, pero
sobre todo, tan compulsivo, en el uso de pañales para lo menor y lo mayor,
al mínimo susto?
Una
gobernación o alcaldía encabezada por Marisabel, Rojas Suárez, Baduel o
Ismael García, se prestaría para las consiguientes maledicencias, porque se
desconocerá la verdadera sangre burocrática que corre por sus venas.
Claro,
siempre hay signos delatores de la genética, pero ocurre como con la
tuberculosis y con el llamado síndrome Arias Cárdenas. Al principio
difíciles de diagnosticar y fáciles de curar y al final, fáciles de
diagnosticar y difíciles de curar.
Un bracito
arrasador de la Tesorería Pública en la cuna, como en una alcaldía, sería
producto del ADN de un individuo como Diosdado. Si es difícil determinar si
es niño o niña, tal ambigüedad en un cargo de elección como en un muchacho,
obedecerá a los cromosomas del ministro de la frase “rojo, rojito”.
¿Cuánto
debe esperar una viuda, sin perder su condición de honorable y recatada para
iniciar un nuevo romance? Supongo que la obligada cuarentena será menor, a
la de un político que salta la llamada talanquera. Hablamos de una mínima
precaución de los electores, siempre indefensos, para evitar que las
criaturillas políticas de los próximos meses, no sean hijas de una noche
loca, casquivana, abarraganada y adulterina, con Hugo Chávez. |