Quien dice
arepa piensa en maíz, quien piensa en maíz piensa en “Harina Pan” y como el
mayor productor del precocido es nada más y nada menos que el grupo “Polar”,
el corolario es sencillo: la venerable arepa, la raizal arepa, la
restauradora arepa, la criollísima arepa, ha dejado de ser lo que fue por
milenios, para convertirse en arma magnicida -nos imaginamos que por
atragantamiento- de cierto Presidente glotón, gordiflón, bocón, verrugón y
nalgón. Por eso se ha decretado la muerte de la arepa, vía la fijación de
unos precios máximos, que por irreales la condenan a desaparecer.
Por lo
pronto, los técnicos del Banco Central, ya pueden descansar ¡Al demonio con
la elaboración de estudios, gráficos de torta, cuadros estadísticos y demás
zarandajas! La inflación galopante no es a causa de la emisión de dinero
inorgánico, por el gasto público atolondrado ni por el desequilibrio de
nuestra balanza de pagos. Menos todavía por la corrupción desbocada y
vertical porque la depredación contra el patrimonio público es desde
Miraflores hasta la portería del último ministerio. El culpable de la
elevación del IPC, es el precio de la arepa. Peor en sus modalidades más
deletéreas. A saber: “Reina Pepeada”, “Queso ‘e Mano”, “Carnemechada”,
“Pernil”, “Jamón con Televisión” y “Riñonada”.
Lo que es
la vida. Cada vez que se hablaba de comida chatarra, de pérdida de nuestra
identidad, pero sobre todo, de penetración del Imperio a través del
estómago, nosotros pensábamos en las trasnacionales del fast-food. Alguna
vez, incluso, opinamos que nos harían un favor, prohibiendo en el país la
operación de las franquicias internacionales, con sus secuelas de
colesterol, ácidos grasos trans, monopolio y neocolonialismo. Pero con la
“robolución” nunca se sabe. Culpable la arepa, inocentes la hamburguesa, el
hotdog y la pizza-delivery.
Cuando las
barbas del vecino veas arder pon las propias en remojo. Ahora que Indepabis,
coloca en el banquillo a la arepa, el resto de la culinaria criolla debe
prepararse para lo peor. Así como la arepa, según uno de los ministros más
obsecuentes, es la causante del deterioro de nuestro poder adquisitivo,
mañana la cachapa será acusada por la escasez de papel toalé, el mondongo
por el aumento de la tasa de criminalidad y el guarapo de papelón, por el
congestionamiento del tránsito.
Los
venezolanos, hasta el momento de escribir la presente crónica, nos hemos
mostrado indiferentes ante la satanización de nuestro condumio más
vernáculo. No hemos defendido la arepa. Quizá ha privado el temor. Nada peor
en un gobierno gamberro que la discrepancia. Nos estigmatizaron a muchos,
colocándonos en las listas de “Tascón” o de “Maisanta”. Salir ahora, con el
slogan de “¡Con mi arepa no te metas!” supondría un riesgo mayor, porque la
autocracia avanza, concentra mayor Poder, más corrupción, intolerancia,
violencia y quien la comanda ha entrado en su fase más virulenta de
depravación.
Pero he
aquí, que mientras los nacidos en esta tierra cometemos un crimen por
inacción, la colonia portuguesa, en particular los propietarios de ventas de
tostadas, andan en son de guerra. “Si el precio de ‘una viuda’ lo regulan a
un bolívar 50 céntimos, cerraremos nuestros establecimientos”. Tal ha sido
su ultimátum.
El
comunismo bolivariano es así. De la cintura pa’rriba radical y vocinglero
Pero de la cintura pa’bajo de esfínteres complacientes. Decretada por el
régimen bandolero la muerte de la arepa, no nos quedará más que oírlos
corear: “¡Patria, Socialismo y… Mc Donald’s!
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