Se van las Colombianas

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Y las ecuatorianas y dominicanas, también . . .


 

  Y las ecuatorianas y dominicanas, también. Un acucioso reportaje, de esos que exacerba la intolerancia gobiernera me confirma lo que ya nos sospechábamos: la emigración masiva de españoles, portugueses, italianos, árabes, judíos. A ver si logro explicarme mejor: la oleada es de verdaderos venezolanos. De patriotas de cuerpo entero.

 

 Hombres y mujeres venidos de otras tierras pero con, padres, hijos o nietos “inscritos en nuestras escuelas o sepultados en nuestros cementerios” como le escuché lamentarse, muy amargamente, a uno de éllos, antes de largarse con sus dolores y sus sinsabores para otra parte.

Ahora, según el citado reportaje, se agregan las empleadas del servicio doméstico. Documentadas o indocumentadas. Cocineras, planchadoras, lavanderas. Se marchan no porque sientan nostalgia por Barranquilla, San Pedro de Macorís o Guayaquil. Ni para esconder, como en las telenovelas, algún desliz con el niño-tonto-hijo-de-papá. Están ansiosas de irse. A Nueva York, a Chechenia o a sus lugares de origen por cuestiones de, inseguridad, depreciación del supuesto “bolívar fuerte”, pero sobre todo, por un recalentamiento global del resentimiento y el odio que jamás habían percibido en Venezuela, que señala traidores donde no hay más que seres humanos.

Existe gente que no quiere darse cuenta. Casi todas las naciones –pese a la etimología de la palabra nación- son el resultado de un largo cruce y no hay más que viajar por Francia o Estados Unidos para herborizar por sus calles el crisol de fisionomías. Un francés rosáceo, tipo aquel Maurice Chevallier, no guarda ningún parecido con sus compatriotas, judíos y pálidos, como lo fue Marcel Proust.  El yanqui de Manhattan, no se parece al del Río Grande. Pero una nación, no es la adunación monótona de los mismos, sino la capacidad de asimilación, de capitalización del recurso humano que le va llegando por la vía guerrera, comercial o puramente viviente. Y he puesto los ejemplos de Francia y Estados Unidos, porque fueron países con fe en sí mismos pero que de una forma estuvieron sometidos al mestizaje, al enriquecimiento y a la subsiguiente cultura de las culturas. Los fascistas de Le Penn, de la gobernadora racista de Arizona y de nuestros babiecas que los emulan, deberían convencerse: denostar al distinto o al que piense diferente, es destruir la fe en el gentilicio propio.

Un pisaverde de nuestro servicio exterior, cometió hace algún tiempo la necedad de calificar como traidores a la Patria a los jóvenes venezolanos que se marchan al exterior. La ecuación es aterradora: si nuestros muchachos que emigran, porque no ven en nuestra amada Venezuela un horizonte de esperanzas son traidores, somos un país de traidores, donde también lo son los entonces jóvenes que llegaron de Europa, Asía, del Medio y Lejano Oriente, del otro lado del Arauca hace, 10,20 o 50 años por similares motivos.

Escribía, Pedro Emilio Coll, que la tolerancia es la cortesía de la inteligencia. Cabría parafrasear expresión tan hermosa pero de manera inversa: la intolerancia es la coz de la estupidez, de la brutalidad, de la estulticia, de la rienda suelta a hacerle zalamerías al amo o jefezote. Ello explicaría el silencio gubernamental en repudiar ciertos brotes xenófobos, que muchas  veces se oculta en el envés de un indigenismo postizo, prefabricado para discriminar.

Escribo estas líneas, la madrugada del lunes nueve de agosto. Ojalá que cuando las publiquen, el señor Presidente, que ahora anda en plan de hacerse perdonar sus vínculos con las FARC y el ELN, aproveche tales propósitos de enmienda, para desagraviar, también, a las  multitudes de venezolanos que se van o de venezolanos que han venido desde muy lejos.

Por lo pronto, doña Filomena, colaboradora insustituible, bálsamo milagroso de mis impericias cotidianas ¡no se marche! Mire que si lo hace, no voy a culpar al señor Chávez, como suelo hacerlo del acumulado de desdichas compatriotas. Menos todavía, voy a calificarla de traidora a la Patria o de traidora a su consternado empleador.  Simplemente, me mudo con usted, para Cartagena.

 

2010 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio