La Plancha Salvadora

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Ante la mirada implacable de las cámaras de TV, se remueve su plancha dental, juguetea con ella, la asea con un mondadientes y hasta la utiliza como una castañuela . . .


 

  Entre los episodios más pintorescos de la crónica cotidiana, destaca el del hombre que dirimió la disputa por un cargo en el alto gobierno, esgrimiendo su dentadura postiza. Pero vamos por partes o por sus pasos bien contados.
Un individuo aspira a llenar plaza como ministro bolivariano. Sabe que existen otros candidatos tan descalificados como él, pero he aquí que en medio de la competencia feroz, ocupa el presidium de una ceremonia oficial. Sin embargo, en lugar de pedir la palabra para insultar a Bush o pronunciar las consabidas loas a Mi Comandante, ante la mirada implacable de las cámaras de TV, se remueve su plancha dental, juguetea con ella, la asea con un mondadientes y hasta la utiliza como una castañuela para acompañar uno numerosos himnos que ahora festejan las nuevas efemérides patrias. En tiempo de fuga súbita o prestíssima, porque se conmemoraba el 11/A y así fue como puso pies en polvorosa el Héroe Mayor, luego del “¡Hey, jooo, Silver!” versión bufa de la Obertura de la ópera “Guillermo Tell”, de Gioacchino Rossini.

En todo ilícito subyace una expectativa de triunfo crematístico o moral, aunque esto último en el gobierno gamberro constituya un oxímoron o contradictio in terminis.

Un individuo que alienta a toda la parentela para que tome por asalto la gobernación de su Estado natal o que coloca al país entre los principales compradores de armas del Mundo, sabe que sus perpetraciones son directamente proporcionales al crecimiento de sus cuentas en algún paraíso fiscal, lo mismo que a su transformación en latifundista a través de testaferros o de testaferros de testaferros. Igual, el patán que se vale del Poder para gratificarse mediante la represión al adversario, apalearlo o intentar vejarlo, porque el desplante es la droga del peón alzado.

U´toba-bí, es un atolón perdido en la Polinesia que ni siquiera figura en las cartas marítimas más minuciosas.  Los lectores, en particular las lectoras, disculparán la referencia tan poco lírica, pero la etnología es la etnología. Lo cierto es, que en la mencionada localidad los mozalbetes que disputan el favor de las u´tobabienses más agraciadas, les exhiben su pretendida virilidad según el grado de flatulencia.       

En aquel contexto cultural –incultural para nuestro olfato- comprenderíamos cierta clase de campeonatos aunque no quisiéramos presenciarlos, ni siquiera, a través del canal “Discovery Salvaje”.  Pero ¿a qué se debe en la Revolución Forajida, el quebrantamiento impúdico de las más elementales reglas del gentilicio en civilidad, recato, urbanidad y buenas costumbres a tenor del viejo y noble “Manual” de Carreño?

Eso se lo prefiguraba y lo ha corroborado, ahora, el recién designado ministro del Trabajo bolivariano, de acuerdo con el llamado “Síndrome del Lavado y Engrase, en público, de la Plancha Dental”.  A saber:

No importa que sea un débil, mental, sentimental pero sobre todo, moral. Un individuo que eructa urbi et orbi, mientras posa como supuesto talibán contra una empresa trasnacional, tiene su gobernación bolivariana asegurada, que siempre vienen con varias arepas debajo del brazo. Otro, que se hurga las fosas nasales a la salida de la Asamblea Nacional, para las delicias de los fotógrafos que cubrían el evento, más o menos igual. De allí, directo, a sentar “juris-imprudencias” como magistrado del Tribunal Supremo.

La destitución del anterior ministro del Trabajo era inminente, los aspirantes a reemplazarlo numerosos y en tal punto el hoy titular dirimió la disputa emulando al Jefe. Mandar a meterse la meritocracia o la Constitución “por el bolsillo” o calificar de mierda la victoria ajena, se hubiese apegado al ideario del líder, pero la carencia de originalidad hubiese sido fulminante.

Pero llegó la dentadura postiza salvadora y en tiempos de guerra cualquier guijarro es proyectil. Así fue, pese a las protestas de ¡juego limpio, juego limpio! del resto de los aspirantes, que este nuevo prócer revolucionario, hizo valer lo que constituye el propio currículo  bolivariano.

 

© 2008 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio