Tan reprimible, tan criminal, tan violador de los derechos elementales, es
secuestrar una aeronave por parte de un grupo minoritario, como los
atropellos cometidos por los autodesignados celadores del orden
internacional. Igual mediante una explosión nuclear o a través de las
armas llamadas convencionales.
ALGUNA NORMATIVA. Hay muchas definiciones del
terrorismo. Una ellas, lo entiende como el acto violento, premeditado,
motivado por consideraciones políticas contra grupos o personas no
combatientes.
Los perpetradores de estos crímenes de lesa
humanidad, no pueden exonerase por cuestiones ideológicas. El terrorista,
no tiene derecho al asilo. Ni a la condición de refugiado. Ni a enervar
una petición de extradición, so pretexto de sus convicciones personales.
Tal es el interés verdaderamente universal, de perseguir, de castigar
estas conductas abominables, no importa donde se escondan sus
responsables.
Una de las numerosas modalidades del citado crimen,
es su apoyo y financiación. La resolución 1.373 del Consejo de Seguridad
de las Naciones Unidas, condena la "provisión de fondos
internacionales o nacionales, con la intención de que tales recursos se
utilicen para cometer actos considerados como terroristas".
En el ámbito Interamericano, las Convenciones de
Washington (2 de febrero de 1971) y de Barbados (3 de junio de 2002),
ordenan a los Estados que se "abstengan de proporcionar todo tipo
de apoyo, activo o pasivo a las entidades o personas que participan en
la comisión de actos de terrorismo (…) impedir que quienes financian,
planifican, facilitan o cometen actos de terrorismo utilicen sus
territorios para esos fines, en contra de otros Estados o en contra de
sus ciudadanos"
Si el terrorismo del débil no es merecedor de
conmiseración, qué decir del gobernante gamberro, que controla los
resortes del Estado, cuando acude a tales prácticas para reprimir a
sus conciudadanos. Sería la máxima expresión de la cobardía. De la
abyección. Del abandono de la condición humana, para sumergirse en la
más reptil degradación.
SEA USTED EL JUEZ. Consulto el www.cbolivarianos@venezuela.gov.ve
y leo que los llamados Círculos Bolivarianos, están adscritos y
financiados por el ministerio de la Secretaría de la Presidencia de la
República, hoy rebautizado con el rimbombante nombre "Oficina de
Asuntos Presidenciales".
Para no mencionar sino los hechos en los que sus
perpetradores están identificados, sin ni siquiera, un asomo de legítima
defensa en su favor. El dirigente Salas Römer fue golpeado en la plaza de
Bolívar de Caracas. En El Tigre, con motivo de la conmemoración del
natalicio de J.A. Anzoátegui, miembros de "Primero Justicia",
resultaron atacados por los Círculos Bolivarianos. Al igual que Salas, al
momento de la agresión, colocaban una ofrenda floral al pie del monumento
de uno de los padres de patria. Hace apenas quince días, el jefe de
redacción de "El Impulso", de Barquisimeto, sus abogados y los
jueces que relevaron de responsabilidad al periodista por presunta
difamación del gobernador de Lara, fueron atacados por turbas que se
identificaron como integrantes de los citados grupos, inconformes con el
fallo absolutorio. El 4 de noviembre los venezolanos presenciamos con
estupefacción cómo Lina Ron, dirigente de los Círculos referidos,
encabezó la balacera contra quienes de manera pacífica, se dirigían al
Consejo Nacional Electoral a solicitar un referendo consultivo y el martes
último, las diputadas oficialistas Cilia Flores, Desiré Santos e Iris
Valera, esta última a los gritos de "¡Mátalo, mátalo!" (no,
"¡Sácalo, sácalo!", señora Valera, porque en la grabación
de sus imprecaciones, ha quedado testimonio) encabezaron la golpiza y el
aparente intento de asesinato, contra el alcalde Peña en el interior un
centro de salud.
Como se ve, ni la paz hospitalaria, indemne conforme
a la Convención de Ginebra del 12 de agosto de 1948, ha logrado
substraerse de la violencia de los grupos dependientes de la presidencia
de la República.
Ahora nos explicamos la reticencia del señor Chávez por separarse
de su cargo. Cuando se marche, tendrá pocos lugares donde esconderse.
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