Lo relatamos con el
respeto que nos merece todo combatiente, más allá de no compartir sus
métodos.
-Téngase la fineza, compatriota, informe el comando guerrillero, al cual
estuvo adscrito.
-
Kuik-kuik, kuik-kuik, kuik-kuik . . .
-
¿Diga, dónde se escondió durante los últimos 45 años?
-Cucucucú,
cucucucú, cucucucú . . .
Con el propósito de
rescatarlo - o tal vez de deformarlo - este duro de la lucha armada, fue
conducido al dispensario más cercano y de allí, debido a la inexistencia de
los insumos médicos más elementales, a una clínica privada.
Solo podía ingerir
comida cruda. Su sistema digestivo se había adaptado a los insectos,
arácnidos, raíces y a algunos roedorcillos que lograba conseguir en la
profundidad de la montaña.
- Dígame, compatriota
¿Y usted, por qué no se ha incorporado a la revolución bolivariana?
- Chirri-chirri,
chirri-chirri, chirri-chirri . . .
- Es que, acaso, no sabía del triunfo de nuestro comandante.
- Clak-clak,
clak-clak, kuí, kuí, kuí . . .
Poco a poco, el desafortunado, fue
recuperando la forma humana. Hubo, en primer término, que removerle el musgo
adherido a una barba y una melena, que le llegaban a los tobillos. Su
caminar encorvado, que asemejaba al de los primates, cedió lugar al andar
erguido, altivo, propio del homo sapiens. Después de mucho tiempo,
recobró la palabra y con ella el juicio, que de nuevo se encuentra a punto
de perder.
Su comando guerrillero,
pionero absoluto de la insurrección, se extravió a finales de los 50. El
radio receptor no transmitía, solo recibía y al final, el baqueano de la
célula no era tal, sino uno de esos tantos charlatanes que se incorporan a
las revueltas, porque no saben hacer más nada. La narración, era una
tragedia.
- Por cierto ¿quién
ganó la pelea? preguntó de pronto, el infeliz. Era la primera vez que se le
iluminaba el rostro.
- ¿Cuál pelea? ¿La
lucha revolucionaria?
- ¡ Qué revolución, ni
qué revolución! ¡ La pelea, la pelea, entre Ramoncito Arias y Pascual Pérez!
Hasta el séptimo round, Ramoncito, iba adelante en las tarjetas, pero
en ese preciso instante se descompuso el radio y nunca supe quien ganó,
porque desde entonces estuve absolutamente incomunicado ¡ Qué grande, era
Ramoncito!
PONIENDOSE AL DIA. Ninguno de los
presentes sabía quién era el tal Ramoncito, ni que su épico enfrentamiento
por el campeonato mundial del peso mosca, había paralizado el país entero.
Mientras uno de sus interlocutores, salía a buscar la respuesta, el hombre
tomo aliento. Quería ponerse al día, cuanto antes. Al indagar por uno de sus
camaradas más cercanos resultó que, este último, ahora, era dueño de una
flota de supertanqueros. Un ejemplo más de la riqueza súbita y sin medios
lícitos, que se ha multiplicado después del paro de Pdvsa.
- ¿El hijo de aquel
mártir de la lucha armada, siguió los pasos de su padre?
- ¡ Pamplinas! Estaba
convertido en multimillonario, producto del negociado con unas máquinas de
votación.
En cuanto a la supuesta
revolución, los hechos no podían ser más sobrecogedores: propiciadora del
odio entre venezolanos pero, complaciente y de esfínteres rocheleros, a la
hora de entregarse a las trasnacionales más depravadas, como lo atestiguaba
la rebatiña de nuestras riquezas auríferas, gasíferas y petroleras.
- ¿Y aquél jovencito
prometedor, que se distinguió en la lucha a favor de los presos políticos?
- Convertido en un
anciano retorcido - le contestaron al coro - al extremo que los epítetos más
duros de la columna que alguna vez publicó en los diarios, resultan
bobalicones para describir su actual comportamiento.
El desdichado volvió a
guardar silencio. Aún permanece en ese estado. Su recuperación, si es que
algún día llega, será lenta y laboriosa. Por prescripción facultativa, todo
el que lo visita es advertido:
-Todavía, no se le
puede contar lo de Ramoncito . . .
Es que después de 50
años de sufrimientos y saber en qué fueron convertidos sus sueños, los
médicos estiman que no soportaría ni una sola frustración adicional. Ni
siquiera, también, que perdió Ramoncito.
|