Sin embargo, cansados de no haber visto en todo
ese tiempo, una vaca, un toro, una gallina, un cochino, un perro, un gato,
ni siquiera un chivo, menos todavía un ornitorrinco, un morrocoy, ni un
tordito, llegaron a la conclusión que la única forma de salir de abajo era
dedicarse a algo que relacionado con la verdadera industria básica en los
últimos ocho años. Fue cuando se marcharon con su música y sus supuestos
conocimientos en medicina animal para dedicarse, como unos Spencer Johnson
cualquiera, a escribir este manual de la corrupción, que ahora causa furor
entre sus correligionarios.
¿Y no hay
libros de auto ayuda –se preguntaron- para, el insomnio, los esposos, los ex
esposos, las relaciones intrafamiliares, el ahorro, bajar de peso, para
dejar
de
comerse las uñas, contra el estreñimiento, de yoga, contra la
depresión, la angustia y la eyaculación precoz?
Según el
viejo y noble Carlos Marx la infraestructura económica, mueve los hilos de
toda colectividad. Estos jóvenes investigadores discrepan del maestro. Al
menos, en lo que se refiere a la revolución chavista, de modo que concluyen
que el guiso o pegarse a la verruga, son las verdaderas súpermadres de
nuestras estructuras sociales, culturales, políticas, judiciales,
parlamentarias, artísticas, burocráticas, etílicas con su güisky 25 años,
automovilísticas, con sus Hummer y Audi y hasta venéreas, aunque sobre esto
último preferimos no opinar.
Los cinco
primeros capítulos de la obra, están dedicados al ratón moral ¿Ratón moral,
a nosotros, por arrasar con el Tesoro Público? Se pregunta el grueso de la
lectoría de la obra y ¡zas! se saltan esos capítulos.
Pero la
crónica literaria es algo diferente. De modo que el articulista cumplió con
su obligación de revisar los consejos que se ofrecen a quienes, a la hora de
la hora, dudan, titubean, acusan dilemas y hasta van y se lo confiesan al
cura. Decir que “no se roba para uno, sino para garantizar el futuro de los
hijos y nietos”; asegurar que “si no me lo zampo yo, se lo zampará el
próximo que venga”, el consabido “las oportunidades no se presentan dos
veces” y el tradicional “eso no es pa’ mi, sino pa’l partido” son los
principales pretextos que con sus variaciones -sobre el mismo tema, como
hacía Juan Sebastián, como la música- figuran en la parte más creativa del
libro.
El
“síndrome de la abstinencia” destaca entre las advertencias de estos
verdaderos teóricos. Es sabido que ciertos guisadores después de amasar su
descomunal fortuna, intentan lavar su nombre comportándose de manera decente
y hasta honesta Pamplinas! Los autores advierten sobre los peligros de estos
supuestos arrepentimientos. El corte abrupto de la fruición, de la comezón,
de la picazón guisadora, puede producir descompensaciones orgánicas, bajas
de tensión y hasta shocks nerviosos. Algo parecido a lo que les sucede a los
adictos al alcohol, cigarrillos, café y otras sustancias de mayor octanaje,
como el Halol, Halperidol y el Ritalín, que utiliza cierto líder
revolucionario para andar a velocidad de crucero.
¿Cómo
justificar y dónde guardar el producto de lo mal habido?
Aquí
entramos a la parte práctica de la obra. “Las vacas paren”, “heredé a una
tía” y el clásico “cartoncito de bingo”, destacan corregidos, pero sobre
todo, más depravados y desvergonzados. Los métodos para seleccionar mejor
los testaferros (¡ni de vaina, las queridas y segundos frentes! advierten
los autores); modelos de contradocumentos para evitar que nadie se alce y un
listado de paraísos fiscales, que incluye los mejores bancos para blanquear
dinero negro, figuran en esta obra que de veras, agota el tema.
El libro
finaliza con dos “Apendices” de ejercicios. Porque no se crea. La tripa
depredadora hay que ejercitarla, física y mentalmente, hasta alcanzar las
cotas de un bipolar de la corrupción. Nos referimos a esa clase de fariseos
que en un discurso dominical proclaman la austeridad y la guerra contra el
flagelo, mientras que el lunes siguiente dan la hora desde su “Cartier-pashá”,
se enfundan en un terno “Brioni” y no se quitan sus calzoncillos “Prada”,
porque cuando se tienen varios millardos, hasta el güirinei, se vuelve
selectivo.
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