En esta columna evitamos
ofender. Una cosa es
escribir “bolivariano perro”, frase que nos negamos a pronunciar ni siquiera
con el pensamiento y otra, el título de la presente crónica en el que
partimos del supuesto de algún cachorro que haya decidido “abrazar” la
revolución, valga el oximorón. Es que el “Mejor Amigo del Hombre”, no abraza,
puesto que carece de brazos, sino que suele canalizar sus explosiones de
afecto, sobre todo, de obsecuencia política, guindado en la pantorrilla del
primer viandante que tenga a mano -
o a pata ‘e perro
- por lo que, para ser
más gráficos, todavía, nos lo tendríamos que imaginar, ahí, salivando,
jadeando, pegado a una de las batatas del líder máximo -
salivando también
- en medio de
movimientos rítmicos, con lo cual formalizaría su incripción en el Partido
Socialista Unido de Perros Venezolanos.
La polarización, la penetración de las
divergencias partidarias en los últimos ocho años, es así: ha llegado hasta
los tuétanos de nuestra sociedad.
No se trata, nada más de los
frecuentes y muy desafortunados enfrentamientos entre padre y madre, madre e
hijos, entre hermanos, amigos, parejas (los compinches, socios y cómplices,
jamás riñen por cuestiones confesionales, porque en la robolución el llamado
animus societatis se reduce a darle una patada a la pobreza).
Pero regresemos al comienzo. La onda
expansiva de la división, de la exclusión y del apparthaid
cuadrúpedo, fomentado desde Miraflores, ha llegado hasta el reino animal.
¿Puede existir un perro
verdaderamente bolivariano, sin convertirse en chacal, hiena o simplemente
degenerar en un pájaro bravo? Mientras que en la orilla opuesta, ¿Puede
existir otro congénere, que por el solo hecho de no ser bolivariano, se le
tenga como portador y transmisor de la hidrofobia, el moquillo y el quiste
hidatídico- !Si esos
animalillos son inocentes de las miserias humanas, que no saben discernir si
uno de éllos es “pastor aleman”, “poodle” o un popular “cacri” – me
reclamaba la directiva de la Asociación Canina del Distrito Capital y del
Estado Miranda cuando conversábamos sobre el tema.
- !Pues hasta allí –le repliqué yo,
con argumentos en mano- ha llegado la discriminación por raza, tamaño,
pedigrí y color, porque esa expresión de rojo rojito tiene que ver hasta con
la pelambre.
Incluso más. Entre la
misma jauría bolivariana hay divisiones, porque los gruñones y mas
respondones, siguen alimentándose con los huesos sin carne que les tiran (a
veces como una gran cosota llegan a Perrarina)
mientras que los calificados de falderos y, por ende, prestos a la
obediencia perruna, carburan con base en punta de trasero, lomito de faisán
y si quedan fallos, rematan con hígados de tucusito.
Un perro con malas pulgas, aunque no
sean muchas, de inmediato es calificado de opositor, contrarrevolucionario,
tirapiedras, traidor a la perra - perdón, a la Patria - y queda sujeto a la
convocatoria de un referendo revocatorio. Otro, por el contrario, que mueva
la cola, será candidato seguro a la Vicepresidencia más garrapatosa. Si es
de aquellos que ladra, pero no muerde, como el que el dos de febrero y el 11
de abril se echó en cuatro patas sin reventar un cartucho, podrá optar a una
responsabilidad en la defensa y seguridad de este atajaperros y si es uno
Fifí (! Ay,jau, jau, jau, este niño!) pronto será llamado a la cartera de
Comunicación, para que le levante la pata trasera a un canal.
Un perro de presa, es
bueno para el SENIAT. Otro, con cualidades de sabueso, para espiar a la
disidencia política. Mientras que alguno, que haya rubricado el referendo
presidencial y figure en la lista de Tascón o de Maisanta quedará calificado
de sarnoso y quedará, ipso caninus, condenado a llevar una verdadera
vida de perro.
Y no llamamos por su
nombre a las feminas caninas, con sus correspondientes hijos de féminas
caninas. Es que hoy es fecha dominguera y lo último que queremos es que
alguien se dé por aludido y sufra un acceso de mal de rabia.
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