Días atrás, cierto
caricato que dragonea como columnista se volvió respondón. Todo porque
igual, consideramos saludable limitar las noticias que fomentan tales
competiciones antihumanas, que otras actividades que menos que con la política,
se relacionan con el submundo del hampa.
Pero
a lo que iba. Aparte de su brutalidad, o mejor dicho, precisamente por
ello, hay un paralelismo entre el pugilismo y la existencia como la
vivimos los seres olientes y molientes. Golpes bajos, tongos o peleas
arregladas, explotación de los atletas por sus manejadores, árbitros
vendidos, esplendores y caídas con estrépito. A la lona o en las
preferencias del electorado.
Faulker,
Cortázar, José Martí, Hemmingway, Jack London, Byron, Irwin Shaw y más
recientemente Norman Mailler,
Umbral, Joan Carol Oates, Osvaldo Soriano y nuestro Eduardo Liendo con su round de olvido, han sido algunos de los muchos que
han atrapado esos puntos de encuentro, esa convergencia entre el pugilismo
y la vida cotidiana, sin pasar por alto la filmografía que en ese mismo
particular registra producciones notables.
Aunque el articulista prefiere las que se han rodado en blanco y
negro, a continuación la lista de las que vale la pena volver a ver,
aunque sean a todo color: Fat city de Leonard Gardner; Toro
Salvaje, por la que Robert De Niro recibió una postulación para el
premio de la Academia por su papel de Jack La Motta; The set-up; Marcado
por el destino; Réquiem por un peso pesado; Idolos de
barro; La Gran Esperanza Blanca, que relata la tragedia de
discriminación racial, soborno e intimidaciones por las que pasó Jack
“Huracán” Johnson antes y después de su pelea con Willard y Muhamad
Ali, la más reciente entre las mejores (Se le estima a los lectores,
no confundir las grandes películas del género con los bodrios
protagonizados por el amanerado de Stallone).
EL
EFECTO THODDE. Esta crónica, tenía que haberla escrito antes de la
muerte del muy apreciado Miguel Thoddé, legendario periodista y locutor
deportivo. De todas maneras, sé
que le va a gustar
Ocurrió
a finales de 1972. Miguel viajó a Bangkok a narrar el combate de
campeonato mundial entre Borkosor y Betulio González. La pelea se le
complicó a este último desde el primer asalto. Pero en el décimo, el
muchacho, crecido, mandando sobre el ring y a punto de propinar knock-out,
para la sorpresa de todos, abandonó y corrió a levantarle la mano al
tailandés. Me parece oírlo, todavía, en vivo y en directo a través de
la radio
-
¡Pega, Betulio! ¡Vuelve a pegar, Betulio! ¡Sigue pegando, Betulio! ¡De
nuevo pega, Betulio! (...) se cayó, Betulio.
Los
tomadores de pelo de siempre, hicieron delicias con el episodio. Hasta un
cómico, entonces de moda en la TV, parodiaba una y otra vez la transmisión
para burlarse de quien de manera merecida había hecho suyo el título del
“Narrador de la Verdad”.
Otro
ejemplo más del dramático paralelismo entre la vida cotidiana y el
pugilismo. Existe siempre el fenotipo del adversario guapo, bocón,
jactancioso, amigo de los desplantes y hasta vistoso, si se encuentra
arriba en las tarjetas, pero asustadizo, correlón y proclive a tirar la
toalla, cuando se enfrenta a un contrario en igualdad de condiciones o
tiene que levantarse de la lona para defender su corona.
Por
supuesto, a estas alturas de la crónica tengo que reivindicar a todos los
pugilistas. No es lo mismo encajar un upper en el hígado, sentir
que las piernas se te paralizan y reconocer de manera gallarda la
superioridad del contrincante, que recurrir a los golpes bajos, al soborno
de los árbitros y a la amenaza con las bandas gangsteriles, ante
la inminencia de un K.O. propinado por un reafirmazo o por un referendo
revocatorio.
CONVERSO
DEPORTIVO. El articulista es un converso en materia boxística. Luego de
algunos años de afición y de conocer el monstruo en sus entrañas, se
convenció de la necesidad de proscribirlo. Pero conserva ojo clínico, a
la hora de detectar los sujetos que están a punto de tirar la toalla a
pesar de la boconería. Lo mismo en un ring que cuando bloofean en un ¡Aló,
Presidente! Es el llamado “Efecto Thoddé”.
-
Amenaza, Betulio. Regala dinero, Betulio. Hace trampas, Betulio. Raspa la
olla, Betulio ¡Se cayó, Betulio!
Con
las debidas disculpas al disciplinado ex pugilista, por emplear su nombre
para hacer un símil con la conducta de semejante bandolero.
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