Aprovechar las buenas intenciones de todos o casi
todos en esta fecha, para desear, y poner en práctica efectiva, la debida
gloria a Dios en las alturas y paz en la tierra a todos los hombres, no
importa su mala o pésima voluntad.
PALABRAS AL SERVICIO DE LA CONCORDIA. Me gustaría
en estos días de tregua, atinar con la idea en carne viva y con la
palabra desnuda. Si esta última estuviese siempre al servicio del bien,
de la concordia y del amor al prójimo, los seres humanos, en especial los
gobernantes, no encontrarían tanta facilidad cómplice para sus desmanes,
tantos celestinos para sus huecas lucubraciones, pero sobre todo, tantos
justificadores para sus ejecutorias más sombrías. Porque el verbo puede
ser vehículo de amor, como es nuestro deber utilizarlo, particularmente
hoy. Pero también arma arrojadiza y cortante.
Al bien y al mal, lo que debemos y no debemos hacer,
los separa esa línea tenue y zizagueante límite, que no siempre vemos
con la misma claridad, ni con igual convencimiento. En especial cuando la
frontera se refiere a nosotros y por lo mismo, hacemos cuanto podemos para
no mirarla.
A veces la palabra fracasa en su obligación de
deslindar esas dos nociones vecinas, porque no sabemos usarla, porque las
circunstancias no ayudan o todavía peor, porque nos proponemos a ponerla
al servicio de lo que es contrario a la esencia de aquello que nos hace
supuestamente humanos.
Pero esta noche es Nochebuena. Para el reino
riguroso de la palabra, alli están los mensajes de paz propios de la
presente fecha. Los escuchamos en todas las lenguas y desde los credos que
consideramos más distantes. Para la circunstancia cotidiana, convertida día
a día en campo infecundo de las mejores intenciones, queremos que se
prolonguen jornadas como la de esta noche, en las que el hombre debe
ponerse en armonía consigo mismo o por lo menos intentarlo con el corazón
abierto.
MALVERSACION DEL SENTIDO. No quiero pecar de
aguafiestas. Pero ¿ porqué una conmemoración tan espiritual como la de
Nochebuena, hemos dado en incurrir en excesos? ¿ Qué tipo de hambre
queremos matar en medio de tanto pan de jamón, tanto colesterol, pero
sobre todo tanto on the rocks acompañado con prisa? ¿ Que
malversación del sentido de estas fechas nos arroja a desperdiciarlas en
lugar de atesorarlas, para nutrirnos, para servirnos de ellas a lo largo
del año entero?
Hemos confundido el vacío del alma, con el vacío
estomacal. Cristo vino a acabar con la paganía en el mundo. Pero ésta última
esta ahí y una de sus manifestaciones es que los encuentros navideños se
ha subvertido su significación espiritual, con el éxtasis de borrachos,
cohetones, excedidos de peso, música estridente y lesionados en los
hospitales.
En casi todas las confesiones religiosas, ocurre que
los que ahora son sus preceptos, comenzaron como prácticas higiénicas.
Como el ayuno o la prohibición de comer alimentos perniciosos. Pero la
contravención, la destemplanza, se han convertido en proeza de estómago
fuerte y en un aparte de irresponsable desafío a la salud del cuerpo y
del alma también. Paradójicamente esto es, lo que hoy preside las
presentes fechas. Ni higiene, ni recogimiento. Por lo mismo, pareciese que
estamos empeñados en volver a los tiempos mas regresivos de nuestra
historia.
LA ILUSION. Sé bien que mi deber es brindar hoy a
quien lea este artículo, un atisbo de ilusión. Sólo conoce amor, quien
ama la esperanza. El día de Navidad, mientras se desea a los demás la
dicha por cumplida, es buen momento para reflexionar y rogar. Sobre todo
para comenzar ahora mismo y no cejar en el empeño.
Que esta noche ayude a mostrar a los hombres el
camino que conduce al deseado bien, esa serenidad de los espíritus que
quisiéramos ver posada sobre el corazón de cada uno.
Porque de la paz interior de cada uno, nace la paz
del mundo, que es la misma paz del prójimo, sin posible discriminacion.
La palabra hermosa, sementera inabarcable que
estimula y mueve voluntades, no es perecedera como la carne. Hoy es tiempo
de hacerlas al viento, para que sean oxígeno que abarrote nuestros
pulmones, acompasen con su música el latido de nuestro corazón y sean
por el año entero, fecundas como un pentecostés.
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