Numismática Bolivariana

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La eliminación de varios ceros de nuestro signo monetario, como mecanismo de reinterpretación histórica y reivindicación de los verdaderos símbolos patrios . . .


 

  La inminente eliminación de varios ceros a la derecha de nuestro signo monetario por parte del Banco Central, demuestra lo injusto, lo egoísta, lo mezquino, que resulta afirmar que tenemos un Gobierno incapaz, por lo menos, en materia de sorpresas. Para el cronista, lo bueno de la sedicente Revolución Bolivariana es, justamente, eso. El constante vaivén entre lo previsible y lo impensado, entre el retroceso y el avance (más de lo primero que de lo segundo), entre lo atrabiliario y lo más atrabiliario, porque para la extravagancia siempre resta espacio disponible.

 

¿Viaja, el Presidente, como un San Nicolás y le regala varios millardos de dólares a Kirchner o le dona tres hospitales al gobierno de Burundi?  Pues al mismo tiempo que nuestro jefe de Estado posa como ricachón, el bolívar nos sorprende con la pérdida de valor, al extremo que un día de estos, en lugar de retroceder en el llamado mercado negro o paralelo, amanecemos en medio de la práctica milenaria y cavernícola, del trueque.

Pese a todo a quienes nos gusta el vértigo, resulta imposible vivir en un país menos venezolano. Sería el tedio. El aburrimiento. El bostezo sostenido, en clave de Do Mayor.

Imagínense, ir al mercado de Quinta Crespo y regresar a casa sin nada qué contar.

-         ¿Supieron lo de la chocozuela?

-         ¿Y qué pasó con la chocozuela?

Pero en un régimen distinto al que padecemos, la chocozuela, es incapaz de suscitar ni un solo comentario emocionante. De provocar un vacío en el estómago, menos todavía un cosquilleo en el bolsillo. Sus incrementos interanuales se registrarían en milésimas. Igual que el cartón de huevos, las latas de sardinas y las tarifas por consumo telefónico y de electricidad.

Nadie se fija en las tasas de suicidio, alcoholismo y divorcio, en Suecia, Noruega, Holanda, en Dinamarca. Se trata de pobladores sumergidos en la rutina. Las amas de casa, como no tienen quejas en relación con el llamado Indice de Precios al Consumidor, se dedican a empinar el codo y chismosear sobre la vida ajena, lo que aumenta las grescas en el vecindario. Además, por no tener a diario que recurrir a la llamada operación flauta (tapar un hueco para abrir otro) disponen de tiempo libre para reñir con sus maridos, lo que eleva las desaveniencias en el ámbito conyugal, que muchas veces concluyen en tragedias.

NUEVA NUMISMATICA. Adicionalmente, la estabilidad en los precios, impide el relevo generacional en materia de íconos patrios. Una moneda dura, sin variaciones significativas se traduce, en que los billetes, includido el metálico van a exhibir, siempre,  los mismos próceres. Supuestos héroes de la independencia, ahí, retratadotes, con sus patillas, bigotones y su indumentaria fuera de moda, cerrándole el paso numismático a los prohombres de la democracia protagónica y participativa.

¿Vamos a seguir con esa práctica demodé, pero sobre todo injusta porque ahora, en realidad, es cuando de veras estamos liberando la Patria? José Vicente, se contemplará retratado en un billete de a cien mil o incluso, de unos cuantos millardos -lo de retratado con unos millardos, lo decimos sin segundas, ni terceras intenciones, valga la aclaratoria. Lo mismo el “General Puchero” y su colega de la “Guerra Asimétrica”, con sus efigies inmortalizadas en trance de enfrentar un desembarco del Baby Bush, empuñando sus armas más deletéreas. Respectivamente: el llanto a lágrima viva y el scotch 18 años, on the rocks, pero sobre todo, a fondo blanco.

La eliminación de unos ceros de nuestro signo monetario será una oportunidad para la reinterpretación histórica, aparte que terminará con una odiosa lista de espera. Acuñarán a los nuevos prohombres, en una locha, en un mediecito o incluso, en un centavo. Que reaparecerán. Después de todo, “¡de centavo pa’rriba todo es cacería!” siempre ha sido el grito de guerra más consubstanciado con el ideario bolivariano.  

VENDER EL SOFA. La nueva denominación de nuestro signo monetario, es como vender el sofá. No eliminará la corrupción, ni el derroche de los petrocheques al primer gorrero internacional que venga a cantar loas en cierto programa dominical. Menos todavía, corregirá el saldo adverso en nuestra balanza de pagos no petrolera, el desempleo, la inflación y el deterioro de la paridad cambiaria.

Pero alimentará el ego de los nuevos prohombres con derecho a circular de mano en mano y de bolsillo en bolsillo. Incluidos los propios, porque no se crea. No solo de medidas insustanciables, viven los miembros más conspicuos de la sedicente revolución bolivariana.

 


© 2006 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio