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Nerón,
no ha tenido lo que se dice buena prensa. Qué duda cabe, tampoco ha sido el
gobernante más depravado, pervertido, más degenerado de la humanidad, pero
su solo nombre es sinónimo de corrupción, venalidad, disipación, populismo,
empobrecimiento del pueblo, asesinato, dispendio, maltrato a las mujeres,
desviaciones íntimas, persecución al adversario, al punto que fue durante su
mandato que se entronizó la decapitaron y crucifixión de miles de
cristianos, incluidos san Pablo y san Pedro. Por si fuese poco, Nerón era lo
que se dice, echón, bocón, bembón y pendenciero (guapo, cuando estaba apoyao,
pero a la hora de las chiquiticas es fama que era asustadizo, correlón y
propenso a la capitulación). Por si fuese poco ante determinadas crisis, lo
mismo se escondía debajo de las sotanas de un cura o botaba la segunda. |
En
medio de sus desplantes propios de peón alzao, este antihéroe, gozaba una y
parte de la otra, pronunciando interminables peroratas y se encuentran bien
documentados los episodios en los que obligaba a sus subalternos más
abyectos lo mismo a reír sus chistes malos que a presenciar sus pretendidas
dotes de actor, orador, cómico, músico, cantante y atleta, porque se creía
un experimentado conductor de carros de combate, aparte de cuarto bate,
short stop, novio de la madrina y prospecto de pelotero de Grandes Ligas.
Sus
vergonzosas taras físicas, pero sobre todo morales comenzaron desde
chiquito. Julia Agripina, su madre, tampoco era lo que se dice un dechado
–el cronista evade ciertas referencias sacrificando, incluso, el rigorismo
histórico por aquello que a las mujeres, ni con el pétalo de una rosa. Pero
lo cierto es que cuando chico fue abandonado por su progenitora de modo que
su formación (más bien su deformación) corrió por cuenta de la abuela. Habrá
que consultar con Freud, Adler o Jean Piaguet, sobre las secuelas que tienen
las malas mañas aprendidas desde muchachito.
Los
lectores ya lo deducirán. Nerón fue un golpista. Su llegada al Poder estuvo
precedida por intentos de magnicidios y de golpes de Estado, algo que llegó
a concretar con el auxilio de su propia madre (la vieja cuando vio la
oportunidad, se arrimó al sabor), quien se dejó de malos ruidos y envenenó a
Calígula.
Al
comienzo, Nerón intentó posar de gobernante amante de su pueblo y respetuoso
de sus necesidades. Le duró poco tiempo. Aseguran los historiadores que no
aguantó dos pedidas y en cuanto tuvo la oportunidad no solo le dio una
patada a la pobreza, sino que no se quitaba un Cartier Pashá, ni una túnica
marca Brioni, Prada o Dulce & Gabana. Hasta sus seguidores y familiares más
lejanos, muy buchones, se hicieron adictos a los Hummers, Audis y town
houses en Miami.
Nerón tenía que terminar mal. Algunos cronistas aseguran que se suicidó,
pero las versiones más creíbles, hablan que los romanos terminaron por
guindarlo por las verrugas (sus verrugas burocráticas, no quiero que a estas
alturas alguien vaya a pensar que estamos fomentando el verrugicidio). Su
mala fama ha trascendido hasta nuestros tiempos, al extremo que con su
nombre, hoy día, solo se bautizan perros (sarnosos o de malas pulgas) o se
utiliza como apodo para aquellos gobernantes más depravados.
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© 2007 Derechos
Reservados - Nelson "Lonpleipelúo" Ramírez
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