Claro,
siempre ocurre lo mismo. Los imbéciles cuando cubren plaza en la
administración pública siguen imbéciles, pero el doble. Es sabido que
unas neuronas enclenques, sometidas a una altura más allá de sus
resistencias de atmósfera –en un pico de nuestros Andes o en la
jefatura de Estado - se indigestan, se intoxican. O se acatarran, para
decirlo con la misma germanía del infeliz que cada domingo se erige en el
ejemplo más protuberante de este flagelo. Nos referimos al denominado “Mal de Páramo Político”.
El
síntoma más virulento de esta enfermedad de pronóstico reservado, lo
constituye el convencimiento de que el Poder es para siempre, con las
secuelas de prepotencia, guapetonería, pero en especial de sentimiento de
impunidad. Esto último es algo que no respeta jerarquía burocrática ni
naturaleza del prontuario. Lo mismo ataca a un Presidente que ordena
disparar contra una manifestación pacífica, que a unos rectores de un
ente comicial prevaricadores y propensos al lucro indebido. Como piensan
que estarán en “el ajo” toda la vida, creen que jamás tendrán que
rendirle cuentas a nadie. Gente de fe, para decirlo sin rodeos.
LAS
REGLAS DEL JUEGO. El
artículo 267 de la Ley Orgánica del Sufragio y Participación Política,
LOSPP, establece que “El Consejo Nacional Electoral publicará el
Reglamento General Electoral y el Reglamento de Referendos, por
lo menos con tres meses de anticipación a la realización de
cualquier proceso electoral o un Referendo sobre el cual puede tener
incidencia”.
Este
precepto, sometido a la única excepción de normas aprobadas por la
unanimidad de sus directivos, ha sido y es quebrantado a diario por la
mayoría gobiernera del CNE incluido, por supuesto, su presidente y
sedicente fiel de la balanza, Francisco Carrasquero.
La
figura de las llamadas firmas planas, no es sino un episodio más
del sainete dilatorio y obstruccionista del oficialismo enquistado en el
CNE.
Ninguna
reglamentación aprobada con la antelación que establece la LOSPP, exigía
que los peticionarios rellenasen con su puño y letra todos sus datos o
que de no hacerlo, su manifestación de voluntad se convertía en
sospechosa. Menos todavía existía instructivo o cosa parecida, que
sancionase tal clase de planillas con nulidad, según fuesen
otorgadas ante un agente fijo o uno de los itinerantes que recogieron
millones de solicitudes ¿En qué se fundamentó el señor Carrasquero, el
miércoles pasado, para anunciar que volverían a revisar las firmas
otorgadas en Barinas o Caracas, mientras las del Zulia, Táchira o
Trujillo permanecían en stand by? A quién le importa. Basta caer en la levitación de los
que piensan que hagan lo que hagan, no serán responsables de la sangre
que se derrame a causa de su deshonestidad.
NO
SOLO DE PAN. Pero no sólo de Chávez viven los quintarrepublicanos,
notorios o agazapados, como los que tenemos en el CNE.
El
proceso de selección de la empresa que suministrará la tecnología para
la automatización de las votaciones ha estado plagado de ilegalidades. Más
que por cuestiones políticas o confesionales, las infracciones se
relacionan con el “vil metal”.
La
ley de Licitaciones, ordena que las contrataciones mayores a 11 mil
Unidades Tributarias, se realicen previa licitación general. Pero en
Venezuela so pretexto de las situaciones de emergencia, se han construido
verdaderas fortunas. En este caso se obvió la licitación general, pero
la aparente licitación selectiva, abierta
en su defecto, violó el artículo 74 de la ley, porque convocó
a compañías sin experiencia en materia electoral o lo que es peor, con pésimos
antecedentes, como la española “Indra”, señalada por los propios
rectores del CNE como incursa en delitos contra el patrimonio público y
llegamos adonde comenzamos: a la mayoría del supuesto árbitro electoral,
al servicio de la pretensa revolución le importa un rábano que el
articulista levante apretado inventario de sus violaciones legales o
reglamentarias. Es que lo tenemos escrito. Creen que la revolución es
para toda la vida y que por consiguiente, no habrá tribunal, corte penal
internacional, ni banquillo de los acusados donde sentarse.
Un
caso clínico de mal de páramo político. Mientras les dura, que se
diviertan.
|