El articulista se declara intolerante de la
intolerancia. Aparte
de la carga de odio, de la larva de criminalizar la disidencia, de
perseguirla, de tomarse para sí la división entre buenos y malos, los
profetas-santones deberían ser procesados por aburrir a sus comunidades.
Por obligarlas a hablar y a pensar en ellos como única fuente de
acontecimientos, al menos mientras se desembarazan de semejantes lunáticos.
En
el momento en que se desprecia la duda, surge
el intransigente que llevamos dentro. Según Cioram, “ el diablo
palidece ante quien dispone de una verdad. De su verdad”. La búsqueda
de esta última, pero sobre todo la inconmovible convicción de haberla
hallado, son caminos que conducen, puñal en mano, a la firme resolución
de mantenerla.
Para
nuestro Pedro Emilio Coll, el diálogo, la confrontación de
ideas, la ausencia de miedo para contrastarlas, es sinónimo de talento.
“La tolerancia es la cortesía
de la inteligencia”, escribió Coll, en una de las frases más lúcidas
pronunciadas por venezolano alguno.
La gimnasia con la magnesia. Una
cosa es la disposición al debate, al careo pacífico, respetuoso y hasta
permeable al argumento ajeno, y otra, la evasión o la demora maliciosa a
la hora de las debidas definicion
En
1824, cuando
se encontraba en Perú, Bolívar destituyó a uno sus subalternos por una
causa aparentemente extraña: recibir elogios de los partidos más antagónicos
de entonces. “Es que en los momentos difíciles, es muy sospechoso
tratar de estar bien con todo el mundo” habría sido la reflexión que
lo llevó a ese despido en apariencia paradójico.
El
mas genial, pero
sobre todo el hombre que mayor suma de amor ha esparcido sobre la Tierra,
también reclamaba definiciones: “Frío o caliente” le hemos escuchado
predicar a través de los Cuatro Evangelios.
Si
de algo no se puede acusar a Ghandi, Mandela, Martin Luther King, Rosa
Parker y H.D. Thoreau, es del empleo de la violencia. Pero por muy
creyentes de la lucha civilizada y sin derramamiento de sangre, estos héroes
de la resistencia pacífica jamás incurrieron en el ominoso pecado del culipandeo.
Cuando tuvieron que hacerlo, llamaron al pan, pan, al vino, vino, se
declararon en huelga de hambre, desacato tributario o boicotearon los
autobuses donde discriminaban los negros.
Ahora
que escribimos
sobre las definiciones, de no intentar pasarlo gordo con Dios y con el
diablo -a la vez o en forma intermitente- recordamos cierta coplilla
castellana: “¿Dices que no tienes enemigos? ¡No te maldigas! ¿Es que
nunca has dicho una verdad o combatido una injusticia?”
Notables,
“Ni
ni” y hombres más allá del bien y del mal. La política, como el
equilibrio ecológico, depende de la variedad y la conservación de la
multiplicidad de las especies. Depredadoras, herbívoras, carroñeras -con
las consabidas disculpas para estas criaturitas del Señor, por las
comparaciones, siempre odiosas.
Por
lo mismo, nada
qué reprocharle a la condición de “Ni ni”, salvo que no se
pertenezca a tal zoología por genética o por convicción, sino por la
alevosía y premeditación de anotarse a ganador cuando esté lo
suficientemente claro el panorama. Esa sería otra objeción que le
agregamos a la existencia de tal clase de ejemplares: su peligroso primer
grado de consaguinidad, con el viejo y noble camaleón
(nuevas disculpas a los inocentes animalitos).
Semanas
atrás,
en un editorial con el título de “La rebelión de los Ni Ni” este
diario hablaba de cuenta regresiva.
¿
Cuando abandonar - agregamos nosotros- la bancada gobiernera con un fermíntoreano
“mi cadáver lo llevarán al parlamento, pero este diputado no se
prostituye! ¿Cuándo romper la mayoría oficialista en el Tribunal
Supremo de Justicia y en lugar de sentencias ambiguas, de un tiro al
gobierno y otro a la Revolución (no a la Forajida, valga la aclaratoria)
agarrar el toro por los cuernos y remitir a Chávez a las colonias móviles
de “El Dorado” previo ¡faltaría más! el debido proceso y el respeto
a su derecho a la defensa?
El dilema
es hamletiano. Hacerlo cuanto antes y conservar el título de “hombre más
allá del bien y del mal”, “notable” o de legítimo “Ni ni”, con
independencia y autonomía de criterio o aparecer como oportunista que a
última hora, da una voltereta para salvar el pellejo.
Lo
declaramos al comienzo. Nosotros también somos adoradores de la duda y
adversarios de las respuestas absolutas. Tampoco es por apurarlos, pero el
reloj avanza y a los “Ni ni” se les está agotando el tiempo.
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