Los Generalotes

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El general que repelió a las señoras que manifestaban con cacerolas, lo hizo en ejercicio de su legítima defensa . . .


Entre el acumulado de barbaridades cometidas en los últimos tres años y medio en Venezuela, se agrega el video en el que un generalote, en persona, golpea a una dama que protestaba contra el gobierno, mediante el repique de su cacerola.

Se dirá que este episodio, es algo aislado. Que los desmanes de uno solo de sus integrantes, no pueden contaminar el prestigio de una institución, como la Fuerza Armada. Pero no.

Ocurre que al comportamiento del oficial, se agregó una cadena de justificaciones, de adhesiones, incluso, del llamado Comandante en Jefe, quien minutos después del bochorno, se deshizo en respaldos a su subalterno.

Ya vemos que la llamada revolución, sí ha sido capaz de crear cierta cohesión entre algunos profesionales de las armas. Solo que es una cohesión enfermiza. A los oficiales se les transmite el mensaje que en lugar de marcialidad o respeto por la institución, lo que cuenta es la lisonja, la genuflexión, ante el pretendido líder. Todo para llegar al viejo postulado de "a los míos, con la razón y sin ella" del Plan Bolívar, del FUS, Fondur y tantos otros escándalos, donde oficiales peculadores han sido relevados de castigo a cambio de su fidelidad perruna con el llamado proceso.

ESOS GUAPOS. Estos militares guapos -cuando están apoyaos - me permiten recordar a otro generalote. Me refiero a Mario Benjamín Menéndez.

El episodio ocurrió con motivo de la guerra de Las Malvinas ¿Quién mejor para encabezar la ocupación militar de las islas en disputa? -pensaron las altas autoridades en Buenos Aires.

Había que tener en cuenta que al frente del gobierno británico se encontraba, Margaret Thatcher, mejor conocida como " La Dama de Hierro", no precisamente, por salir a protestar con una inofensiva cacerola.

Menéndez, aparte de genuflexo, como nuestro generalote de Maracay, había sido un duro de la represión. Redadas contra los disidentes del régimen, allanamientos pistola en mano y ¿por qué no? alguno que otro caso de brutalidad militar, porque no se crea, no solo de amenazas viven los regímenes totalitarios, ni sus oficiales que se les colocan en decúbito.

Por supuesto, no es lo mismo proceder con ventaja, sobreseguro, ni aporrear mujeres en medio de una protesta pacífica, que enfrentar a los sanguinarios gurkas, que formaban parte del contingente enviado por Thatcher para recuperar los territorios en discusión.

Los jóvenes argentinos, se batieron como unos bravos. Pero Menéndez, al darse cuenta que los británicos doblegaron sus defensas, que se acercaban a su cuartel general y que era ya su propio pellejo y no el de la soldadesca el que corría peligro, se apresuró a izar una bandera blanca, que en forma previsiva, así, como quien no quiere la cosa, se había traído en su equipaje.

Habrá que preguntarle a Sun-Tzu, a Clausewitz o a Lidell Hart, pero lo dudo. Con esta clase de guapos no se gana nada. Ni una escaramuza, ni se sale bien parado de una manifestación de señoras.

DESVIACIONES CUARTELARIAS. La cultura del cuartel, parece que consiste en un curioso cruce de violencia, machismo, menosprecio a las mujeres y de pataletas, como ésta del general apaleador de señoras. Me parece oírlo: " ¡Al lóbulo de la oreja de mi jefe, ni con pétalo del redoblar de unas cacerolas!".

Ha ocurrido siempre en las asociaciones de hombres solos. Desde los guerreros espartanos, hasta los violadores de Alcatraz, pasando por los narcisos que frecuentan los gimnasios para verse más musculosos. Mucha tela qué estudiar según Freud y Peyrefitte.

Sea como sea, nos imaginamos lo que ocurrió en Maracay. El oficial, llega a su guarnición y lo primero que ve, es que una matrona merodea por los alrededores, con una cacerola ¿No es demasiada provocación? Hoy ya no se usan tales utensilios. No pintan nada en esta época. Han caído en desuso. No hay nada qué cocinar. Pasaron los tiempos en que las amas de casa, relajadas, plácidas, preparaban algún condumio con el diario que les aportaban sus esposos.

Todo lo superfluo se transforma en maligno. Un instrumento que tiene nulas posibilidades de freír, asar, hervir, ha dejado de ser una cacerola para convertirse en arma letal. Lo mismo ocurre con el hombre cuando es un inútil. Civil o militar. Pasa de herramienta a arma blanca.

La culpa de la intolerancia política y de las señoras maltratadas, no la tienen la prédica del odio, la tasa de consumo de marihuana con Caballito Frenao en las movilizaciones de los Círculos Bolivarianos, ni los generalotes abyectos. La tienen las cacerolas. Las mujeres que se quejan por haber sido agredidas en tales circunstancias -con una cacerola o a puño limpio- lo hacen por puro gusto.

 


© 2002 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio