Los Contravalores Forajidos

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Ni siquiera el malhechor más brutal, toma venganza en un hijo, en la pareja o en un familiar inocente de su enemigo . . .


 

 

  No hablar mal de las damas ni de los ausentes, lo que en este último caso incluye respetar los difuntos. No golpear o abusar del más débil, patear al caído, ni mofarse de la desgracia ajena. "¡En cayapa, no!" es también código no escrito de la caballería andante criolla que rige, aun, en las reyertas callejeras más vulgares, tal como lo reivindicó alguna vez Augusto Mijares en uno de sus atinados ensayos. A las mujeres ni con el pétalo de una rosa, menos todavía a los niños o a los ancianos. Ni siquiera el malhechor más brutal, incluida la subespecie del azote de barrio, toma venganza en un hijo, en la pareja o en un familiar inocente de su enemigo.

Son valores que por siglos, han adornado el gentilicio.

 

Por supuesto, salvo que a usted le importe un rábano cargar con el sambenito de cobarde o que sea un practicante de los contravalores que intenta inculcarnos, eso que hemos dado en llamar con benevolencia excesiva, la Revolución Forajida.
 
El sacerdote Piñango, ha sido asesinado en unas circunstancias que reclamaban de las autoridades una actuación seria, imparcial, ponderada, de modo de transmitir credibilidad. Pero he aquí que el Fiscal General, en diversas intervenciones ante los medios, ha violado la reserva legal que rige toda etapa de investigación y lo que es todavía peor, ha ofrecido con mal disimulada complacencia, los detalles más salaciosos del suceso.

 ¿A qué se debe, que lo que pudo haber sido una torpeza, en la menos grave de las hipótesis, de sólo un funcionario, se convirtió en coro gobiernero, al tenor de sucesivas manifestaciones del Vicepresidente, de parlamentarios del MVR y de diversos moderadores y entrevistados a través del canal de televisión del Estado?
 
Hay quien habla de una orden superior. Pero al cronista le consta, que determinada calaña no necesita órdenes "de arriba", cuando compite por el galardón de adular, de arrodillarse, pero sobre todo, de anticipar mejor los contravalores del jefe sin esperar, ni siquiera, que éste se digne abrir la boca.
 
Total, lo de siempre. Un Ministerio Público, poco profesional, incapaz de transmitir un milímetro de confiabilidad. Una actuación policial contaminada por quien se supone su garante y un río revuelto del cual el oficialismo pretende sacar la pesca del descrédito de la Iglesia.
 
Las causas de la muerte del reverendo Jorge Piñango, cualquiera que sean, no  moverán ni un ápice la fe de los venezolanos. Al contrario. Todo este drama nos obligará a creer más, perseverar más, pero sobre todo, a convencernos más que la Revolución Forajida es incapaz de cualquier propósito de enmienda.
 
Séneca decía que cuando la noche está más oscura, es porque va a amanecer. Cuando despunte el alba, los venezolanos, en particular los cristianos, estaremos en la obligación de procurar la reconciliación del país. A colaborar en el encuentro de un justo medio, entre la conmiseración y el perdón por una parte, pero por la otra, el castigo para quienes desde el alto gobierno han cometido y propiciado los delitos más graves.

 


© 2006 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio