Por supuesto, salvo que a usted
le importe un rábano cargar con el sambenito de cobarde o que sea un
practicante de los contravalores que intenta inculcarnos, eso que hemos dado
en llamar con benevolencia excesiva, la Revolución Forajida.
El sacerdote Piñango, ha sido asesinado en unas circunstancias que
reclamaban de las autoridades una actuación seria, imparcial, ponderada, de
modo de transmitir credibilidad. Pero he aquí que el Fiscal General, en
diversas intervenciones ante los medios, ha violado la reserva legal que
rige toda etapa de investigación y lo que es todavía peor, ha ofrecido con
mal disimulada complacencia, los detalles más salaciosos del suceso.
¿A qué se debe, que lo que
pudo haber sido una torpeza, en la menos grave de las hipótesis, de sólo un
funcionario, se convirtió en coro gobiernero, al tenor de sucesivas
manifestaciones del Vicepresidente, de parlamentarios del MVR y de diversos
moderadores y entrevistados a través del canal de televisión del Estado?
Hay quien habla de una orden superior. Pero al cronista le consta, que
determinada calaña no necesita órdenes "de arriba", cuando compite por el
galardón de adular, de arrodillarse, pero sobre todo, de anticipar mejor los
contravalores del jefe sin esperar, ni siquiera, que éste se digne abrir la
boca.
Total, lo de siempre. Un Ministerio Público, poco profesional, incapaz de
transmitir un milímetro de confiabilidad. Una actuación policial contaminada
por quien se supone su garante y un río revuelto del cual el oficialismo
pretende sacar la pesca del descrédito de la Iglesia.
Las causas de la muerte del reverendo Jorge Piñango, cualquiera que sean,
no moverán ni un ápice la fe de los venezolanos. Al contrario. Todo este
drama nos obligará a creer más, perseverar más, pero sobre todo, a
convencernos más que la Revolución Forajida es incapaz de cualquier
propósito de enmienda.
Séneca decía que cuando la noche está más oscura, es porque va a amanecer.
Cuando despunte el alba, los venezolanos, en particular los cristianos,
estaremos en la obligación de procurar la reconciliación del país. A
colaborar en el encuentro de un justo medio, entre la conmiseración y el
perdón por una parte, pero por la otra, el castigo para quienes desde el
alto gobierno han cometido y propiciado los delitos más graves.
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