SINCERIDAD
ANTE TODO. Estoy consciente. Tiene ciertos riesgos asumirlos en público,
pero “La verdad - sentenciaba un viejo arcipreste castellano -
enflaquece pero no quiebra” de modo que enfrentar, reconocer nuestros
errores, puede ser el mejor regalo a la ciudad en su fecha de cumpleaños.
No
es solamente en los partidos Leones-Magallanes. Después de todo, son
situaciones críticas de veras, en las que la ausencia de modales tiene
sus atenuantes. En grupo, por lo general, somos contraventores de la
urbanidad
y buenas costumbres, incluso en circunstancias menos extremas que
las de un juego de beisbol. Unicas conductas multitudinarias intachables,
pero despojadas de altruismo, tintas de halar la brasa hacia nuestra
sardina, interesadas, muy interesadas y por consiguiente, que no podemos
abonarnos a nuestro favor: en horas picos en las estaciones del Metro para
regresar a casa lo más pronto posible y en las concentraciones masivas
con el propósito de enviar a cierto sujeto en vuelo expreso, directo y
sin boleto de retorno para La Habana.
NO
SOMOS SUIZOS. Las estadísticas tampoco mienten. Caracas, es de las
ciudades más inseguras del mundo, sin contar que su tránsito automotor
es también un verdadero desastre. Si no tenemos turismo y los inmigrantes
que nos ayudaron a construir Venezuela han regresado en tropel a sus países
de origen, la conclusión es obvia que aparte de no ser suizos, los únicos
responsables de nuestro descalabros, somos los caraqueños.
Aunque
pensándolo mejor, en el caso de los conductores capitalinos habría que
erigirle un monumento por su moderación. Después de todo carecen de,
vigeilancia vial, semáforos operativos, alumbrado público, señalamientos
de tránsito, calles pavimentadas como Dios manda, sin contar con los
vendedores ambulantes, recogelatas, saltimbanquis y depauperados que
deambulan por los supuestos canales expresos de las autopistas. Ya quisiéramos
ver la clase de energúmeno en que se transformaría un circunspecto
parroquiano de Berna o de Ginebra, por mencionar los que tienen mejor fama
en esta materia, de colocarse tras el volante unas horas en Caracas.
En
cuanto a nuestros calumniados malandros, igual. Unos operadores comedidos
del delito. La Policía de Libertador, en lugar de perseguirlos está
comprobado que los protege. Nuestra tasa de criminalidad no alcanza cotas
más altas, porque tengamos una política represiva o preventiva o porque
el crimen no pague en la capital, sino porque nuestros hampones, toman
para sí lo indispensable. Roban para vivir y no viven para robar.
El columnista duda, que entre los banqueros locales se consiga un ejemplo
similar de templanza y morigeración.
MISCELANEOS.
Los caraqueños somos tipos enclenques, poco saludables y por lo mismo
propensos a las enfermedades. Ello explica el congestionamiento de
nuestros hospitales. Por si fuese poco, hemos comenzado
a vestir mal y a oler peor. Pero nos ha dado por usar la mala
situación económica y los continuos cortes de agua como pretexto.
Es
notoria la incapacidad política del caraqueño. No sabemos votar y cuando
lo hacemos invariablemente elegimos candidatos que precisamente por
agradarles a los caraqueños, no han constituido ninguna gran cosa.
Entre
mis
paisanos campea la corrupción. No puede ser de otra manera. La
llamada Constitución Bolivariana pauta que el capital es sede de los
Poderes Públicos. Ya podemos imaginarnos lo que significa tener por
vecinos al Ministro de Finanzas, Presidencia de la República y Cadivi,
entre otros despachos gubernamentales.
A
los caraqueños no nos gusta el trabajo creativo. Por eso nos hemos
entregado a la industria poco imaginativa de la buhonería.
Responda
una pregunta ¿Sin los caraqueños, existirían los problemas de
contaminación ambiental, daño ecológico, desbordamiento de quebradas,
violación de las ordenanzas de arquitectura, superpoblación, proliferación
de ranchos y déficit
de vivienda que asfixian nuestra capital?
En
alguna oportunidad esta última fue calificada de ingobernable. Pero por
lo que se vé en la llamada Revolución Bonita, hay quien piensa que sería
fácil hacerlo si se acaba con los caraqueños.
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