Todo so capa de una
hipotética invasión o de una guerra asimétrica, no menos hipotética. Habrá
que preguntarle a Sun Tzu, Clausewitz o a Lidell-Hart si las luchas, lo
mismo en el campo de batalla como en la vida diaria, se ganan con aplomo,
adiestramiento y testículos - con ovarios legítimos,
también - y no con rencores de mujerzuela.
LA SIEMBRA DE
RESENTIMIENTOS. No es fácil, en nuestro país, cosechar
malquerencias como las mencionadas. El venezolano es, impuntual,
confianzudo, jaranero, vivalapepa, olvidadizo y con una propensión genética
a compensar sus incumplimientos, con “una de cariño”, no importa que trate
con gente desconocida. “Caramba, gorda, no pude tenerte el trabajo a tiempo.
Sin embargo, seguro que la semana que viene te lo entrego, mamita”.
Pero también somos, madrugadores,
laboriosos, listos, valientes, hospitalarios y de buena fe, lo que le ha
valido a mucho hampón de la política para forrarse
de billetes. Mandela decía, que no hay que olvidar, aunque es necesario
perdonar. Nosotros siempre hemos llegado a este último resultado, pero por
la vía de la desmemoria.
Nuestra poca propensión al odio
generalizado, se demuestra con hechos. El peón alzao que tiene seis
años de incitaciones, no puede darse por satisfecho en este particular. Va,
se manda cada domingo un maratón de insultos contra opositores, sacerdotes,
abogados, periodistas, damas –peor, si son negras, como Condolezza - jueces
desafectos, supuestos oligarcas, perseguidos políticos, colombianos -
siempre que no sean de la narco
- defensores de derechos humanos, pero el grueso de sus seguidores después
de cada soflama, se marcha a casa a dormir la trona tumultuaria.
LAS CANCIONES DE DESPECHO.
Como en todo, siempre existen las consabidas excepciones. Pero ni siquiera
en el caso específico, tema principal de la presente crónica, percibo el
encono feroz, irreconciliable, milenario, sañudo, que se nota entre otras
naciones enemigas. Tengo para mí, más bien, que lo que priva aquí es esa
mezcla amor-odio, tema recurrente en los despechos rockoleros que se
escuchan en los establecimientos nocturnos. No hay que olvidar que el señor
Otayza, antes de ser rescatado por el llamado proceso revolucionario, era
una persona del ambiente.
Una propina generosa sobre la
pasarela y un buen soldado de la multipolaridad o del stripptease,
según las circunstancias, retribuye la pretensión manoseadora, con un mohín
celestino o con el otorgamiento –no menos celestino- de un bloque gasífero
en la plataforma deltana. Si se produce una rechifla botiquinera o la pita
se origina en la Casa Blanca, hay artillería para todos los gustos: espalda
a la clientela, seguida de una retrechería con el pompy, en hilo
dental o el inicio de una carrera armamentista.
Hasta el mismísimo Fidel, es
destinatario de ese sentimiento ambiguo, paradójico, agridulce, porque los
extremos se tocan, en el amor, el odio y en las relaciones exteriores
¿Cambiar en pesos cubanos el producto de uno de los tantos latrocinios
bolivarianos? De ninguna manera, porque los revolucionarios que aseguran su
futuro, aman al odiado dólar.
Sea como sea, aumenta nuestro apresto militar. Nadie desea que nada de esto
ocurra, pero uno se pregunta, por poner un caso, cuál será
el destino de los 100.000 nuevos fusiles rusos, ante una eventual invasión
gringa. El dilema esta latente. Armas del odio antiimperialista o
herramientas del amor revolucionario. No quiero ofender, pero me temo que en
tal eventualidad, a esos fusiles les tendrán que quitar la mira.
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