El Premio Gadafi

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El articulista lanza la candidatura de Hugo Chávez, para reelegirlo como "Premio Moamar Gadaffi de Derechos Humanos" correspondiente al 2005


 

El señor Chávez, ha recibido el “Premio de Derechos Humanos Muamar Gadafi, 2004”. Eso está muy bien, es muy justo. Lo que pasa es que todos hemos visto al concejal Peñalver disparar desde Puente Llaguno y a determinados militarotes apalear mujeres en manifestaciones pacíficas y he aquí, que el respectivo jurado calificador silenció que para el otorgamiento de tal galardón, operó lo que se denomina el trabajo en equipo.

Esto de los concursos, lo mismo para elegir una beldad que para ungir una Miss en derechos humanos, siempre ha sido terreno abonado para la controversia. Para comenzar, su denominación. Uno recuerda la explosión del vuelo 103 de Pan Am, los vínculos del presidente de Libia con la muerte de los 259 pasajeros inocentes en Lockerbie y no deja de extrañarse que ahora, el apellido del autor intelectual de tal masacre, se instituya como epónimo del respeto al más humano de los derechos humanos, que no es otro que permanecer en este mundo. Nóbel, artífice de la dinamita legó el premio de la paz. Gadafi, asesino convicto, confeso, con premeditación, alevosía y sobreseguro, erige su apellido en paradigma de mansedumbre.

 

En cualquier momento se establece el “Chávez de Oro” para distinguir a los gobiernos probos, el “Fidel Castro de Bronce” como sinónimo de pluralismo político ¿y por qué no? aunque descendamos un poco de categoría, el “Carrasquero de Palo”, para los auténticos paladines del juego electoral, limpio, imparcial, sin manipulaciones pecaminosas y de paso, cultores del buen castellano.

LOS DETALLES QUE FALTAN. El cable que ha llegado de Trípoli con la noticia, sin embargo, no entra en algunos detalles. Nos referimos, en primer término, a la parte en metálico del galardón. Es lo lógico. Una cosa es despotricar  contra el imperialismo yanqui y otra, la fruición desmesurada o más bien, la comezón por el signo monetario del supuesto archienemigo y como Gadafi siempre aparece en las listas de los más adinerados del planeta, lo más probable es que en ésta ocasión especial, demuestre que no solo de volar aviones -o de apalear mujeres disidentes- viven los integrantes de ciertas cofradías revolucionarias.

Visto lo anterior, es casi seguro que el reconocimiento a nuestro Presidente no se haya limitado, a las condecoraciones, pergaminos y las consabidas peroratas. Quizá un nuevo “Pashá” haya engrosado la ya engrosada colección de relojes de oro del mandatario venezolano. O como estaban entre panas, tal vez la premiación incluyó un “vale”, menos protocolar, pero más práctico, para retirar dos o tres docenas de trajes de firma. Es que los tiempos cambian y el otrora muchachote de Sabaneta no enfunda más aquellos puyaos con los que proclamaba, sin necesidad de demasiadas palabras, que antes de ocupar la primera magistratura, era un limpio de solemnidad.

EXIBICIONES IMPUDICAS. Los venezolanos siempre hemos sido promiscuos en aquello de otorgar y recibir medallas en tercer, segundo o primer grado, postizas e inmerecidas. Para expresar tal propensión al autoengaño, al halago recíproco, al ridículo -o al bofetón contra la decencia ciudadana- en otro tiempo se satirizó entre nosotros, con la hipotética “Condecoración de la Gran Torta de Casabe”. Una manera de decir, en criollo, lo quebradizos que son tales reconocimientos, aparte que sus dimensiones suelen rebasar las muy limitadas geografías existenciales de los hombrecillos que las reciben.

Ahora vemos, que lo que considerábamos una postración propia del gentilicio no lo es, porque forma parte del subdesarrollo moral, que igual campea fueros en Libia, que se exhibe con impudicia en Caracas.

No sabemos si fue por alguna coincidencia macabra o si la onda expansiva del premio, alebrestó la tripa perpetradora de nuestra revolución forajida. Pero lo cierto es, que mientras Chávez se regodeaba en Trípoli como campeón mundial de los derechos humanos, sus secuaces atropellaban en Venezuela, a los esposos López Castillo. La llamada República Bolivariana es signataria de la “Convención contra la Tortura y los tratos Degradantes” y el Código Orgánico Procesal Penal, ordena que en la aprehensión de los imputados se haga uso de la fuerza “cuando sea estrictamente necesario y en la proporción que lo requiera la ejecución de la detención”. Pero no. En medio del dolor de una familia honorable por la muerte de un hijo en circunstancias muy confusas, había que encadenarla, esposarla y por si fuese poco exponerla en tal estado  ante la prensa. ¡Pa´que sepan que semos gobierno, pues!  y de paso, volver a aspirar al premio Gadafi del  próximo año.

 


© 2004 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio