El Hombre del Pedo

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En la edición de Mushin Mahde que atesoro en mi biblioteca, junto con los de “Simbad”, “Alí Babá “Aladino”, figura el menos conocido cuento del “Hombre del Pedo” . . .


 

  Existen numerosas versiones de “Las Mil y Una Noches”. Recordarán los lectores que Antoine Gallard, fue quien hizo la primera de carácter europea, “Les Mille et Une Nuits, contes arabes traduits en francais”. Pero existen otras recopilaciones, de modo que algunos cuentos que no aparecen en la mencionada obra, podrían figurar en la traducción que hizo al inglés, Sir Richard Francis Burton (“Arabian Nights”) y suele darse el caso que lo que tampoco encontremos en  Gallard, ni en Burton, sí se incluya en una tercera, cuarta o quinta versión. Nos referimos a las de Joseph-Charles Mardus, Jan Potoki, Husain Haddawy o a las tantas más, que también se han impreso.

 

Todo para llegar a que en la edición de Mushin Mahde que atesoro en mi biblioteca, junto con los de “Simbad”, “Alí Babá “Aladino” y otros muy populares, figura el menos conocido cuento del “Hombre del Pedo”. Un relato procaz, para el gusto de algunos, pero muy actual, como veremos en la presente crónica.

 En uno de los tantos poblados del reino de Samarakanda, existía una chica de singular belleza. Inteligente, de impecables modales, recatada y para mayor adorno, de padre muy acaudalado. No es difícil imaginar que todos los solteros de la comarca y sus alrededores, pretendían a la jovencita, pero como debe suceder en tales casos, hubo un solo favorecido.

Los arreglos para el matrimonio, se sucedieron de manera vertiginosa. El día de la boda, la comunidad entera acudió a presenciar la ceremonia. La pareja, lucía radiante. Era la viva personificación de un cuento de hadas. Pero en el momento culminante, cuando la novia se disponía a dar el “sí” se escuchó una sonora y larga flatulencia, que para mayor bochorno, iba aderezada con la más insoportable pestilencia. El galán, traicionado por la ligereza de sus esfínteres, huyó. Unos, aseguran que, sin parar, corrió hasta  Kafir, situada a centenares de leguas. Otros, dijeron haberlo visto cabalgar hasta las profundidades de la India. Lo único cierto fue que por años, décadas, por generaciones enteras, nadie volvió a saber del frustrado esposo.

Un día, el hombre, anciano ya, quiso morir en su tierra “¿Quién se recordará de mi?” -se dijo. El grueso de sus contemporáneos estarían muertos y ni aun vivos, lo reconocerían después de tanto tiempo. Luego de  días de camino, a la distancia, comenzó a divisar los parajes del pueblo donde había transcurrido su juventud.

A la vera de la entrada, unos chiquillos, correteaban al igual que él, lo había hecho en sus juegos de niño. De pronto uno de los golfillos volteó y lo miró fijamente. Después de quedar paralizado por unos segundos,  el chico, salió disparado en medio de los siguientes gritos:

- ¡Mamá, mamá, ven pronto, ha regresado el hombre del pedo!

Con motivo de la asistencia de Chávez ante la Asamblea General de NN UU, alguien dijo que su discurso pasará a la historia. No aportó ninguna idea original, ni sus palabras contenían enfoque novedoso porque sus pretendidos cuestionamientos, no fueron más que la repetición de las quejas que se han escuchado desde la fundación del ente multilateral.    

En el reino de Saramakanda, no recordaban si el hombre del pedo, era bueno o malo, apuesto o poco agraciado, un héroe o simplemente un rufián. Su pase a la historia de aquel lugar, se circunscribió, más bien, a un hecho poco enaltecedor. Salvo que se considere que tirarse un pedo sonoro, pestilente, pero sobre todo, fuera de sitio, constituya una hazaña. Ello, por no hablar de incontinencias menos gaseosas, ante las cámaras de televisión y transmitidas directo, vía satélite.

 

© 2006 Derechos Reservados - Nelson "Lonpleipelúo" Ramírez