El General Puchero

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Nos referimos al caso del generalote que se puso a hacer pucheros frente a las cámaras de TV . . .


 

  Dentro de la avalancha de episodios atrabiliarios protagonizados por altos personeros de la Revolución, registramos uno que se relaciona con la seguridad, defensa y hasta con un posible desembarco de los marines en Machurucuto, cuyas playas tienen amarga experiencia en materia de irrespeto a nuestra soberanía. Nos referimos al caso del generalote que se puso a hacer pucheros frente a las cámaras de TV, cuando se enteró que había sido ascendido o promovido a un cargo de mayor responsabilidad.

Pero vamos por partes o por sus pasos bien contados. Hay un desfile militar. Una fecha segundona, en el calendario bolivariano. Por lo menos si se la compara con las demostraciones de valentía y de honor del  4 de febrero,  11 de abril y del 27 de noviembre, cuyos gritos de guerra de “¡Plomo, carrizo, con esos civiles desarmados!” o “Si la sangre huele a . . . barro yo estoy herido” retumban, aún, en predios del Canal Ocho, puente Llaguno y del Museo Militar.

Pero sigamos con la narración. Avanza el mencionado desfile. La tropa que marcha, estrena los fusiles recién llegados de Rusia y la canícula alcanza su punto máximo, al tronar desde el presidium, la soflama cuartelaria que decreta el ¡Patria o muerte! (esta última, con un revólver de chocolate, si se trata de su vocero), lo que incluye una advertencia severa a nuestros potenciales invasores:

-¡Y para dirigir las fuerzas patriotas en caso de contingencia, designo al generaloteee…!

Pero he aquí, que en lugar del prusiano y tradicional “¡atención, firrr . . . !” el designado, le pone al evento un toque sentimental y rompe a llorar.

¿Descalifican, por sí solas, una o varias lágrimas vertidas en público y en close-up, a un candidato para una posición de combate?

El cronista, opina terminantemente que no. Incluso, aunque tales lágrimas, aderezadas con sus respectivos pucheros, se analicen desde los contextos menos benevolentes.

PRIMERA HIPOTESIS. Pongamos, por caso: el nuevo designado es un tipo de veras muy sentimental. Un duro del combate asimétrico. Viejo, peludo y hasta pegostudo, pero frágil a través del sentido auditivo, al extremo que una noticia inesperada, buena o mala  le provoca incontinencias como las que presenciamos en la cadena televisiva.

- ¿Y? - le respondemos nosotros a los cuestionadores de oficio.

Es sabido que Ulises, susceptible a determinados cánticos, era un guerrero feroz, implacable, invicto, incluso temerario, sin que nadie a través de los siglos, haya osado cuestionar su hombría, marcialidad, pero antes que nada, su poder de fuego.

En una hipótesis de enfrentamiento asimétrico, lo que cabe es tomar las previsiones con tiempo. El Baby Bush, es un adversario artero, enconoso, aprovechador de las debilidades ajenas. De manera que no nos extrañaría que en persona - claro, como lo ve facilón, al contrario de Vietnam - desembarque de un submarino o de un portaviones, pero en lugar de un lanza-misiles en la cabecera de playa, emplace una rockola con boleros de Felipe Pirela o de Jaramillo, de modo que nuestro comandante con tales culebrones, rompa a llorar y se pierda la revolución.

¿No le puso Ulises, a sus guerreros unos tapones en las orejas, para salir inmune de las legendarias sirenas? Entonces, ya lo sabe nuestro jefe de la resistencia. A taponarse, las oquedades con determinadas fragilidades. Que lo mismo sirve para salir victorioso de una batalla, que para  evitar que ningún timador se aproveche de su sensibilidad y hasta de su lealtad, para luego tratarlo como un preservativo usado.

SEGUNDA HIPOTESIS. Otros adversarios más recalcitrantes del régimen, hablan de lágrimas fingidas. En este caso, se trataría de un desdoblamiento de personalidad. Por un lado la del comandantón, rudo, cuartelero, familiarizado con las artes bélicas y por el otro, el actor, refinado, estudioso de Constantín Stalinavski, suerte de Orson Wells bolivariano, que para ganarse la confianza de su jefe, lo mismo pilotea un avión, empuña una metralleta made in Rusia, que echa su lagrimita, de modo de permanecer en el cargo.

Cada cual, se defiende según las armas que tiene ¿No ha perdurado al frente de su ministerio, cierto trigueñito, adulante y reilón - a diente pelado - presto a celebrarle los chistes malos a su jefe?

Nada de particular tendría, que lo que otros han logrado a través de la risa hipócrita, alguien lo consiga por medio del llanto fingido. Los gabinetes serán menos divertidos, pero habrá menos enroques ministeriales.

Un puchero general. Algo muy distinto al General Puchero,  así, con mayúsculas. Es que la gramática, es la gramática.

 


© 2006 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio