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En que se parece un país a un circo, con sus payasos, magos, trapecistas, animales y faquires . . .


"No hay payaso que aguante tres años y medio, ni circo que lo resista"

Con motivo de nuestra crónica, "La Analogía del avión", publicada hace unos cuantos meses, una ONG de lectoras nos ha enviado un correo electrónico. Desean una variación sobre el mismo tema: en que se parece un circo a un país, o lo que queda de tal, cuando por esas cosas de la vida, en lugar de un respetable director de pista, se delega tan delicada responsabilidad en un cuadrúpedo. Con el perdón de estos animalitos.

"Poco pan y mucho circo" o "No hay payaso que aguante tres años y medio, ni circo que lo resista" Es una buena analogía. Un circo, como una nación, es una comunidad donde un grupito, ríe, se divierte, lo pasa gordo, a costa de los que trabajan. Por supuesto, en el caso de Venezuela, con el aumento de su tasa de desempleo, el cierre masivo de empresas y el crecimiento de la economía informal, lo del trabajo no deja de ser una metáfora cruel.

Mucha gente no sabe que el secreto en estas comunidades, es el respeto tras la tramoya. Mulas entrenadas, paquidermos del Africa, socialdemócratas, cabras locas, monos sabios, emeverristas ligth y de linea dura, pirañas barriobajeras, socialcristianos, araguatos, masistas, perros amaestrados. Todos mirándose con cierto recelo, con temor de acabar devorándose unos a otros, a menos que acaten alguna ley. La de la selva, como mínimo, o el llamado Estado de Derecho bajo la carpa. De lo contrario, no es un circo. Ni un país. Sino un atajaperros.

EL PAYASO. No es difícil imaginarlo. En medio de conglomerado tan heterogeneo el equilibrio del espectáculo, pende casi de un hilo: un tornillo flojo, una filtración en la azotea, aunque sea de un solo miembro de la troupé, es suficiente para arruinar la temporada completa.

- ! El payaso está totalmente chalado ! Tiene cinco horas en la pista y no para de hablar. Cuenta chistes, anécdotas, llora, riñe, canta; hasta amenaza, al parecer sin poder cumplir, con darle lo suyo a las damas. Los asistentes del palco de preferencia, han comenzado a marcharse y el público de galería, abuchea, lanza objetos, en señal de que es hora de verle el queso a la tostada.

EL MAGO. Por muy carismático que sea el saltimbanqui, esta clase de espectáculos requiere la presencia de un mago. Hace falta buena dosis de ilusionismo, de poderes sobrenaturales, de brujería selvática, para retener el favor del llamado respetable o soberano.

- Nada por aqui, nada por allá y aparece un conejo, una chica en bikini y un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional, en lugar de un aumento del IVA, del débito bancario y de un millón de manifestantes enfurecidos exgiéndole al payaso que dimita.

EL TRAPECISTA. No todo es risa inocente, en esta clase de presentaciones. Hay también drama. Intriga. Suspenso, al extremo que en determinados números la muerte merodea.

- ! Damas y caballeros, respetable público ! Un momento de atencion, por favor. Se les ruega silencio. Un pequeño ruido, una distracción, ahora que nuestro trapecista dará dos saltos mortales, podría impedir que este volatinero caiga de nuevo parado. En el primer salto, se lanzará al vacío, envuelto de una bandera bolivariana y dirá que es como un padre del payaso, pero si las circunstancias cambian, no vacilará en declarar por la TV, que el payaso, no es tal, sino una fiera africana que tiene las garras ensangrentadas.

Pero no. Me temo que adivinaron. No hay riesgo de muerte. No hay suspense. No hay emoción, aplausos, ni mucho menos repique de redoblantes, lo que hay en estos casos, es desvergüenza. Quien sabe si cuando lleguemos a circo de tres pistas, en lugar de la feria pueblerina que somos, no volvamos a presenciar semejantes exhibiciones de trapecismo.

Sea como sea, los payasos pasan, pero los circos quedan. Un mundo fascinante que siempre atrae a grandes y chicos. Tendríamos que estar ante el caso de shows grotescos, vulgares o que el payaso meta mano en la taquilla para que el fantasma de la bancarrota termine con la fantasía.

LOS ANIMALES. Ya lo habrán notado: soy un fanático del circo. Por eso no quiero concluir la presente crónica, sin hablar de los enanos, los malabaristas, equilibristas a lomo de cebra, mujeres barbudas - siempre hay una, en cada circo. En una palabra, de esa poesía gitana que por lo menos a mi, me cautiva. Pero tengo que dejar de escribir. Se escucha una voz de alarma.

! Es otra vez Fofó ! Ahora látigo en mano, le ha dado por actuar como un domador. No hay un buen mago y crece cada día el numero de faquires. De veras, una situación explosiva. En cualquier momento a este payaso se le escapan los animales y se nos viene la carpa encima.

 


© 2002 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio