A
raíz del asesinato de presidente Kennedy, se publicaron los detalles más
banales que lo relacionaban con el magnicidio de Lincoln. Ambos apellidos
tienen siete letras, mister Abraham guerreó contra el Sur cuyo comandante
era el general Lee (Robert E.) y a Kennedy lo asesinó un tal Lee (Harvey
Oswald) en la ya mencionada región de Estados Unidos. Un verdadero
acumulado de coincidencias fatuas.
Pese
a todo, es fácil sucumbir a la tentación de los paralelismos.
A comienzos de 1999, cuando se iniciaba el viejo y noble período
Presidencial de cinco años, sin reelección, algunos
analistas quisieron pasarse de listos. Un jefe de Estado payaso, cantando,
declamando versos ramplones y en febril exhibición de sus dotes, a todas
luces inexistentes, de presunto pelotero y ya: le acuñaron el remoquete
de Bucaramcito. Los acontecimientos ulteriores han demostrado que el símil
fue desacertado, pero sobre todo ofensivo para el tarambana ex presidente
de Ecuador.
A
Fidel Castro, lo han comparado con Stalin, a éste con Hitler, al III Fuhrer con Iván “El
Terrible”, a Iván “El Terrible” con Genghis Kanh, a su vez a éste
con Atila. Una cadena interminable de supuestos dobles políticos.
LO
TENEMOS ESCRITO. No somos amantes de tal clase de paralelismos. Menos aún,
si no atienden su verdadera dinámica.
Entre
los gobernantes gamberros, no opera el efecto demostración de un colega
perpetrador, sino la superposición de cinco, cien y hasta más, casos de
pronóstico reservado. Por lo mismo, constituye un desatino colocarle a
determinado pichón de tirano, el sambenito de copia al carbón de uno
solo de sus predecesores. En materia de meter mano en la Tesorería,
violar derechos humanos, propiciar fraude electoral, funciona una fuerza
centrípeta y absorbente que no discrimina prontuarios. Todo malandro
tiene algo que enseñarnos, es código no escrito entre la cofradía de
jefes de Estado perpetradores.
El
ingenio popular, proclive a bromas casi siempre pesadas, registra aportes
significativos a la teoría de la adunación de múltiples “yo”, en un
solo sujeto. Ocurre cuando una dama casquivana tiene un alumbramiento y
las amistades más cercanas acuden a darle la bienvenida al recién
nacido. “El bracito izquierdo es de Fulano, los dos ojos de Zutano y la
patica derecha de Perencejo”. Un lunar, una verruga o una deformidad
característica, puede erigirse en incontrastable evidencia, de tres,
cuatro o hasta más paternidades coexistentes en una única criaturita.
Razón tenía Whitman: “un solo hombre, suele contener multitudes”.
CLONACION
POLITICA. La trascripción
textual que encabeza la presente crónica, no intenta establecer ningún
paralelismo histórico. Más bien queremos destacar lo que constituye un
caso de una clonación, voluntaria, servil,
carente de imaginación. Semanas la vimos surgir como alter
ego, a través del montaje de los presuntos paramilitares de
Paracotos. Igual la supuesta protesta por la injerencia internacional.
Cara seria y de pocos amigos, pero de la cintura para abajo rochelera y
entreguista de nuestra soberanía, al tenor de los 10.000 intrusos
cubanos, presuntos médicos y entrenadores deportivos que es, por cierto,
el mismo número de asesores soviéticos, que de manera genuflexa Fidel
Castro permitía que actuasen como procónsules en la isla. La apología
del magnicidio (del adversario, por supuesto) en “La Historia me
absolverá”, celebrado alegato del mismo Castro y el verdadero intento
de ponerlo en ejecución por José Antonio Echeverría, su lugarteniente,
procede del mismo ADN que el 4/F bombardeó Miraflores y La Casona, porque
la consigna era matar a Pérez y si era con familia incluida, mejor.
Las
jineteras que operan en La Habana en sociedad con el jefe de policía de
la ciudad y su contraparte venezolana de prostitutas producto de exportación
para España, con pasaportes que les facilita la Dirección de
Identificación bolivariana, lo mismo. Cosas de mundo de la clonación
forajida. La misma caca, diferente olor.
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