VIVO
O MUERTO. Los amantes del cine, recordamos "El Enemigo Público N° 1
" del legendario James Cagney. El protagonista interpreta un joven
codicioso, cuesta abajo en su rodada moral, hasta que el FBI le pone
precio a su cabeza.
CADA
SOCIEDAD ES, LOS ENEMIGOS PUBLICOS "NUMERO UNO" QUE ESCOGE. La
película de Cagney está ambientada en los años de la prohibición. Es
comprensible que en la trama, el hombre más buscado fuese un
traficante ilegal de bebidas alcohólicas, igual que hoy, para el
mismo FBI, el discutible honor de presidir tal ranking corresponde
al terrorismo, personificado en Bin Laden.
Retomemos
el caso de la recompensa ofrecida por la captura, entre otros, del general
Rosendo, alias "Chencho" a la letra del aviso oficial, publicado
a página completa en algunos diarios. Nada personal contra este último,
dicho sea de paso. La presente crónica hace un intento de buena fe, de
entender la revolución, de conocerla mejor según los delitos más
odiados por ella misma.
UN
POCO DE HISTORIA. Daba Chávez sus primeros pasos en Miraflores, cuando
alrededor del hoy fugitivo comenzaron a circular las versiones más
rocambolescas. Rosendo, era jefe del llamado Comando Unificado de la
Fuerza Armada, a ésta en lugar de pertrechos, le ordenaron invertir en
las cooperativas del Plan Bolívar y los medios de comunicación se
hicieron eco de unos cuestionables préstamos otorgados por el
controvertido general. Se habló, incluso, de un crédito blando a sus jóvenes
hijos en lo que constituiría un típico caso de tráfico de influencias.
Nosotros no prejuzgamos a nadie. Quien sí prejuzgo en aquel momento, fue
el actual Vicepresidente. Debe tenerlas bien chamuscadas, si es que alguna
vez no las tuvo así, porque el hombre que persiguen hoy con exagerada saña,
es el mismo por cuya inocencia dijo haber puesto las manos en el fuego.
¿Pesan
ahora contra Rosendo, acusaciones más graves que las formuladas al inicio
de este gobierno? La reciente requisitoria librada, incluidos los 50
millones por su captura, habla de "ultraje al centinela". Nos
perdonarán las autoridades por minimizar tal delito. Pero la imaginación
es así. Nos parece ver a este general por predios de Fuerte Tiuna, todo
él, con sus 160 kilos, sacándole la lengua y haciéndole la seña del
mono a los sargentones apostados en una garita. Algo más leve que el
presunto rascabucheo al patrimonio público, por lo menos para el
cronista. Los colegas oficiales de este enemigo "Número Uno" de
la revolución, ya están advertidos. Pueden asaltar la Tesorería,
esquilmar el "rancho" de la tropa, golpear señoras, ponérsele
firmes a los cubanos, avalar la entrega del Esequibo, quemar vivos a
soldados en un calabozo. No importa. Ni Chávez ni Rangel ofrecerán
recompensas por sus capturas. Otra "chamusqueada" de
manos, con sangre o con el vil metal, y ya. En un gobierno forajido, la
calificación de más buscado, no la otorgan pecadillos como los
mencionados, sino la condición de disidente.
Nos
resulta antipático y hasta violatorio de los derechos humanos eso de
ponerle precio a la captura del adversario político. Todavía peor, estar
emplazándolo, con tropos de remoquetes que pretenden significar, "Chencho"
lo mismo que "Chancho". Habrá que tener en cuenta todo esto,
para el futuro inmediato, con el carácter de jurisprudencia.
LO
QUE ES IGUAL NO ES TRAMPA. A saber: Se busca prófugo bolivariano,
conocido desde sus tiempos de cadete como "Bachacoculón".
Se exige presentarlo vivito y coleando. Solo que en lugar de ofrecer
recompensa, la gente va a tener que pagar, por darse el gusto de
capturarlo.
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