LA PINTORESCA TESIS del Tercer Ejército
Bolivariano, la misma que insiste en que la fuerza armada es "factor
de cohesión revolucionaria" porque "el profesional de las
armas, unido con el pueblo, es un mismo soldado", ha sufrido un
traspié con el incidente de brutalidad militar, que culminó con la
muerte de un recluta de la "Brigada de Cazadores" acantonada en
Maturín.
Se dirá que se trata de un hecho aislado y que una
institución que tiene reservado tal protagonismo en el llamado proceso,
no puede ser contaminada por los desmanes de uno solo de sus integrantes.
Pero no. Ocurre que al bochornoso comportamiento del teniente que
recurrió al fuego para castigar a sus soldados insumisos, se agregó una
cadena de encubrimientos, de testigos desaparecidos, de remoción de
evidencias, de traslado de una ciudad a otra del juicio correspondiente,
de dilación de las investigaciones por más de ocho meses, de chicanas
judiciales, en una palabra. De no haber mediado la conducta erguida de los
familiares de la víctima y el cumplimiento del deber de informar de los
vituperados oligarcas de la prensa, el asunto se habría diluido en la
anécdota cuartelera, como un pecadillo más de un oficial de muy malas
pulgas y un tanto excéntrico.
Ya vemos que la milicia sí crea cohesión
revolucionaria. Sólo que es una cohesión negativa, talibanesca, cuando a
cambio de sumar adhesiones a un proyecto personal, a los oficiales se
transmite en forma más que implícita el mensaje, que pueden hacer lo que
les venga en gana. Es el viejo postulado de "a los míos, con la
razón o sin ella". Como en los casos del Plan Bolívar, del FUS, de
Fondur.
CIERTA CLASE DE GUAPOS. Esto de los guapos –claro,
cuando están apoyados - me permite recordar al general Mario Benjamín
Menéndez. El episodio ocurrió con motivo de la guerra de Las Malvinas.
¿Quién mejor para encabezar la ocupación militar
de las islas en reclamación? –pensaron las altas autoridades en Buenos
Aires. Había que tener en cuenta que al frente del gobierno británico
estaba Margaret Thatcher, una mujer que se había ganado el remoquete de
"Dama de Hierro" no precisamente por sus condiciones de
pacifista.
Pero el general Menéndez era un duro de la
represión. Rodadas contra la guerrilla urbana, allanamientos pistola en
mano de escondites subversivos y ¿por qué no? alguna que otra torturilla
por ahí, porque no sólo del pan de las amenazas viven los regímenes
totalitarios. Por supuesto, no es lo mismo proceder con ventaja, sobre
seguro, violarle los derechos humanos a unos civiles por muy montoneros
que fuesen, que enfrentar a los sanguinarios gurkas que formaban parte del
contingente que les envió la señora Thatcher.
Los bravos jóvenes argentinos se batieron como
valientes. Pero Menéndez, al sentir que los británicos se acercaban a su
cuartel general y que ya era su propia vida y no la de la soldadesca, la
que corría verdadero peligro, se apresuró a izar una bandera blanca, que
en forma previsiva y sin que nadie lo notase, había incluido en su
equipaje.
Habrá que preguntarle a Clausewitz, pero dudo que
con esta clase de guapos, se gane ninguna guerra.
LA CONFRONTACION INUTIL. La cultura del cuartel,
parece que consiste en un curioso cruce de violencia y ternura, de
machismo y de besos volados al amigo que se va, que me imagino serán los
menos. Mucha tela que estudiar según Freud y Peyrefitte. Ha ocurrido
siempre en las asociaciones de hombres solos, desde los guerreros
espartanos hasta los violadores internos de Alcatraz.
Pero el mensaje de violencia inútil y de obedecer
sin chistar, causante de esta tragedia, ignora o quiere ignorar lo que
pasa con la juventud que se enrola en el ejército. Antes hacías el
servicio militar porque te atrapaba la recluta. Ahora como los potenciales
conscriptos no consiguen empleo, acuden en forma voluntaria a alistarse,
porque garantizan los venerable tres golpes al día, aparte de un salario
que por mínimo que parezca, les resulta imposible devengar en otra parte.
Pero resulta muy difícil engañarlos con unas mentiras trascendentales en
las que sólo creen quienes las dicen y no siempre.
Estos jóvenes se rebelaron, porque no entendían
que para servirle a la Patria y recibir una contraprestación modesta,
tuviesen que soportar la violación de sus derechos humanos y el
militarote que les prendió fuego, porque tampoco se ha dado cuenta que la
disciplina incondicional - fuera o dentro del cuartel, lo mismo da- es una
verdad absurda y anacrónica, como lo es en pleno tercer milenio la idea
de andar en guerras.
Pero seguirá habiéndolas. El hombre es un animal
peleón y mal construido. Sin embargo, habrá que librar las batallas con
ejércitos de verdaderos profesionales, que nos defiendan de hipotéticas
invasiones de los marcianos, los criptonitas o del señor Bush, pero que
sobre todo, no tengan la predestinación ni la cohesión revolucionaria
que se necesita para incinerar conscriptos. |