- Igual
me ha pasado a mí, Freddy Williams III. El viernes me cacerolearon en la
tienda de delicateses cuando encargué varias latas de caviar de berruga
y al día siguiente, me hicieron el ¡fo! en el Aerobics Institute of the
Yunaites Estates, porque pregunté que a qué hora eran las clases de
“Poncio el Pilates”. Hasta nuestro bebecito Clintonvizquel, ha sido víctima
de bola negra en el colegio americano donde lo inscribimos.
A estas alturas del
relato, consideramos conveniente una aclaratoria. Ese, a quien los
susodichos bolivarianos llaman nuestro bebecito, es un tarajallo de
diecinueve años. Además, a Clintonvizquel no le tiraron ninguna bola negra
por su condición de boina roja. En el colegio no hicieron más que aplicarle
el reglamento de cuatripitientes, porque en los últimos cuatro años, aparte
de no haber aprendido ni a decir ¡Yes! se le olvidó el escaso
castellano que sabía. Por si fuese poco, se jubila de clase para irse a los
sanitarios a fumar y a pensar en su novia, una tal Manuela, que según sus
compinches más cercanos, no existe sino en su imaginación.
- ¡Pongámonos en huelga
de hambre o mudémonos de nuevo a los Jardines de El Valle, Yakelín
Gertrudis!
- ¿A los Jardines del
Valle? ¿A pasar hambre? ¡‘tas tostao, Freddy Williams III. Pa´ los
tiempos de la oprobiosa Cuarta República ni pa’ cogé impulso!
Así fue que nació la
idea de ¨Bolivarianolandia”. “Una ciudad en la que no lo cacerolean, ni lo
hacen pasá vergüenza”. Un poco largo el nombre del nuevo enclave
urbano, incluido el slogan. Pero no importa. Todo sea por la calidad de vida
de estas familias que le han dado un patadón a la pobreza, gracias a los
negociados en Mercal, Cadivi, Fodafa, Fontur, las importaciones de Brasil,
la compra de bonos argentinos, las adjudicaciones a dedo y las licitaciones
chimbas, con sus respectivos etcéteras y etcéteras.
La promoción comercial
de la nueva metrópolis corrió por cuenta de los bolivarianos Freddy Williams
III y su emprendedora esposa. Fue seleccionada una localidad agreste,
amistosa, enclavada en una reserva forestal, porque la ley es pa’ los
pendejos. Todo para que parejitas emergentes como Freddy Williams III y
Yakelín Gertrudis pudiesen pasarlo gordo, sin las miradas indiscretas de los
envidioso escuálidos.
En Bolivarianolandia se
decretaría la impunidad absoluta. No habría necesidad de poner las fastuosas
casas a nombre de testaferros. Además la nueva urbe socialista incluiría un
chopin moll, a salvo de cámaras ocultas y periodistas
respondones, donde los revolucionarios de pura cepa, pudiesen comprar
relojotes como los de “Mi Comandante”, Hummers como los del yerno de “Mi
Comandante”, purasangres como los de las haciendas de los familiares de “Mi
Comandante” y hasta calzoncillos “Dolce & Gabana”, porque cuando uno se pone
fisno, la fisnura también coge de la cintura pa’ bajo.
Los tonjauses se
vendieron, como pan caliente. En plano como se dice en el argot
inmobiliario. Incluso, los felices compradores pagaron los anticipos en
dólares, euros y demás clases de moneda dura. Pero es cuestión de
naturaleza, como reza el famoso cuento de la rana y escorpión. Bolivariano
es bolivariano. Así que Yakelín Gertrudis y Freddy Williams III, felices
promotores de la nueva ciudad, imagen y verdadera semejanza del Socialismo
del Siglo XXI, se dejaron de malos ruidos, se embolsillaron las cuotas
iniciales y bajo el lema de “ladrón que roba ladrón” se fugaron para los
mayamis con semejante billetamen.
La inauguración de
Bolivarianolandia, ha quedado pospuesta hasta nuevo aviso. Pero los
frustrados propietarios no se dan por vencidos. Ya están bregando algún
subsidio o créditos blandos para concretar sus aspiraciones de “mansión
propia”. Aunque, uno, tiene algunas sugerencias. Las Colonias Móviles de El
Dorado, sería un inmejorable sitio para albergarlos ¿No les parece?
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