Pero
lo de siempre. La pretensión de disfrazar el fracaso montando un
templete.
Para remediar la hambruna, en
lugar de promover fuentes de trabajo y preservar las pocas que aún
sobreviven, anuncian la demagógica “Ruta de la Arepa” y en el ámbito
del fomento de las bellas artes, igual: la coba, la mentira, el circo
solamente, porque, ni siquiera pueden
acompañarlo del pan romano y distraccionista.
Días
atrás daba una vuelta por algunas edificaciones culturales de la ciudad.
Un verdadero desastre. La conclusión de la “Galeria de Arte Nacional”
de Parque Vargas convertida en un elefane blanco, porque los
funcionarios del régimen la anatemizaron por elitista: la “Escuela
de Artes Plásticas Cristóbal
Rojas, acosada por indigentes, malandros
y hasta marihuaneros de los Círculos Bolivarianos, que aterrorizan
al vecindario so capa de su supuesta condición de cultivadores
hidropónicos y en cuanto a las instalaciones enclavadas en comunidades de
menores recursos, igual, tampoco escapan de la insensibilidad del
Gobierno, porque la construcción del “Teatro del Oeste” del nada
exclusivo Caño Amarillo está paralizada, vanalizada, mientras que el
“Museo Jacobo Borges” de la parroquia Sucre sobrevive con un
presupuesto que apenas le alanza para los gastos de nómina.
Ante
ese panorama, nosotros miramos con recelo iniciativas como el Día
Nacional del Bolero. No pasan de
ser celebraciones, postizas, insinceras, porque su único cometido es el
de fingir que se atiende con cosas insustanciales, a un sector a todas
luces desatendido.
LAS
GEOGRAFIAS. Los venezolanos, somos unos subdesarrollados del Bolero. Es un
género que no nació en el país y aunque algunos han insistido en
extenderle un hipotético certificado de nacionalidad caribeña, tampoco
registra entre nuestros compatriotas, cultores que se hayan empinado más
allá de las cimas del Avila.
Tiene,
- tuvo, sobre todo - considerable aceptación pública. Nadie lo discute.
Pero si se parte de tal premisa tendríamos que instituir otras efémerides
similares. Los días de la ranchera mexicana, del tango argentino, del
vallenato, del baile rucaneao, del rock
y hasta de la jota aragonesa. O más patético todavía: el “Día
de las interpretaciones de Alí Primera”, un buen señor que rimaba mal,
afinaba peor, que componía canciones mezcla de chacareras sureñas con
plenas de Puerto Rico y que por lo mismo tampoco calzan como expresiones
vernáculas. Ninguna malquerencia contra tales géneros populares, valga
la aclaratoria. Sólo que consideramos que sus días nacionales o
internacionales, según el gusto, no tienen por qué ser subsidiados por
el Conac puesto que en tiempos de estrecheces pesupuestarias existen
prioridades distintas.
Por
supuesto que en esto de subdesarrollados del Bolero, hacemos las
salvedades del caso. Sadel, Pirela, Maristany, Lorenzo Herrera, María
Teresa Acosta, Elisa Sotelo, Graciela Naranjo, Estelita, Nancy Toro,
Candelario López, el relativamente reciente Vladimir Lozano y Rafa
Galindo, el más excelso de todos en cuanto a intérpretes se refiere. María
Luisa Escobar, Castillo Bustamante, el caraqueño
Billo Frómeta, Pizzolante, Homero Parra y Aldemaro, en cuanto a
compositores. Pero a excepción de los dos primero y los dos últimos de
los mencionados, sus éxitos no traspusieron, el ámbito estrecho, si se
quiere, de los confines locales. Dicho sea de paso, el mezquino gobierno
bolivariano, el año pasado retrasó la distribución de los
reconocimientos del sector. Todo por no entregarle a Aldemaro Romero, crítico
persistente del régimen, su bien merecido “Premio Nacional de Música,
2002”, otorgado por jurado imparcial.
EL
TIEMPO. Resulta injustificable el empleo de fondos públicos paa rescatar
algo que aparte de no pertenecernos del todo, hoy día es sospechoso de
anacronismo. Salvo en lo que refiere al tratamiento poético de
determinados casos de desoblamiento de
personalidad. A lo mejor quieren hacer un remake
bolivariano de cierto bolerito. De aquel "Ser esposos y
novios. Y amantes a la vez" (Leo Marini, Buenos Aires, 1943) al
"Es que no sé, si es mi padre, mi hermano o mi amigo, todo al mismo
tiempo" (HChF,
La Habana, 2003).
¡Aaay!
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