Quisiera escribir
de forma muy sencilla, la necesidad de vivir en paz con los demás y en
guerra sólo con nuestras miserias internas. Decirlo con voz nítida,
sonora, pero pausada ahora que sobre los venezolanos se avalanza el verbo
lacerante que es prefacio de violencias menos reversibles.
Aprovechar
las buenas intenciones de todos, hoy, a escasos dos días para el fin de
año, para desear y poner en práctica efectiva, la necesaria Gloria a
Dios en las alturas y en la tierra, paz a todos los hombres, no importa su
buena o pésima voluntad.
AL
SERVICIO DE LA CONCORDIA.
Me gustaría en estas fechas de tradicional tregua, atinar con la idea en
carne viva y la palabra desnuda. Si ésta ultima estuviese siempre al
servicio de la serenidad, de la concordia y del afecto al prójimo, los
seres humanos, en especial los gobernantes, no encontrarían tanta
facilidad cómplice para sus desmanes, tantos celestinos para sus huecas
lucubraciones, pero sobre todo, tantos justificadores para sus ejecutorias
mas sombrías. Porque el verbo puede ser vehículo de amor como es nuestro
deber utilizarlo particularmente en meses como el presente, pero también
arma arrojadiza y cortante.
El bien
y el mal, la conducta debida e indebida, a lo que estamos obligados ante
ese tribunal de nosotros mismos, están separados por esa linea tenue y
zigzagueante límite, que no siempre vemos con la misma claridad ni con
igual convencimiento. En especial cuando delimita nuestros propios
intereses y por consiguiente, hacemos lo que podemos, para darle la
espalda.
Muchas veces,
la palabra fracasa en su misión de deslindar esas dos nociones vecinas,
porque no sabemos usarla, porque las circunstancias no ayudan o todavía
peor, porque nos proponemos a ponerla al servicio de lo que es contrario a
la esencia de aquello que nos hace supuestamente humanos.
El próximo
miercoles, será el último día de este 2003. Para el reino riguroso de
la palabra, allí estarán los mensajes de convivencia propios de esa
fecha. Los escucharemos en todas las lenguas y desde los credos que
consideramos mas distantes. Para la circunstancia cotidiana convertida día
a día en campo infecundo para las mejores intenciones, queremos que se
prolonguen jornadas como las de la presente, en la que el hombre aunque
sea por unos cuantos segundos busca ponerse en armonía consigo mismo o por
lo menos lo intenta con el corazón abierto.
MALVERSAR
EL
SENTIDO. El articulista no quiere pecar de aguafiestas. Pero ¿ Por qué
desperdiciar conmemoraciones como ésta, que están supuestas a la comunión
espiritual? ¿ Qué tipo de hambre nos acosa en medio de tanto exceso, tanta
injesta, pero sobre todo
tanto on the rocks, campaneado con la prisa?
Hemos confundido
el vacío del alma, con el
vacío espiritual. Cristo vino
a acabar con esa paganía en el mundo.
Pero ésta última esta ahí y una de sus manifestaciones es que en
los encuentros de fin de año se ha subvertido su significación, con el
éxtasis borrachín, los cohetones, con la música estridente y con el
correspondiente subproducto de lesionados en los hospitales.
Casi todas
las religiones comenzaron sus preceptos como prácticas higiénicas. El
ayuno o la prohibicioón de ingerir alimentos perniciosos, por nombrar
solamente dos ejemplos. Pero la contravención, la destemplaza se han
convertido en proeza y en signo de irresponsable desafío a la salud de
cuerpo y alma. De manera paradójica tal conducta suele desdibujar el
ambiente de reflexión que debe estar en las presentes fechas.
Sé bien
que mi deber es brindar a quien lea este modesto artículo, un atisbo de
ilusión. Sólo conoce amor, quien ama la esperanza. La noche del año nuevo
mientras se desea a los demás la dicha por cumplida, será buen momento
para reflexionar y rogar al Cielo. Sobre todo para recomenzar en ese
preciso instante, y no cejar en el empeño.
Que esa
noche ayude a mostrar a los hombres y mujeres el camino que conduce a la
deseada paz y a esa serenidad de los espiritus que queremos ver posada
sobre el corazón de cada uno.
Porque de
la paz interior, nace la paz del mundo que es la misma
del prójimo sin posible discriminación.
La palabra
hermosa, sementera inabarcable que estimula y mueve voluntades, no es
perecedera como la carne. Hoy, como el próximo último día del año, es
tiempo de hacerla al viento para que se convierta en oxígeno que abarrote
nuestros pulmones, acompase con música el latido de nuestros corazones y
sea a lo largo del año próximo, fecunda como un pentecostés.
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