Días
atrás anotábamos, que así como la Naturaleza no es inocente (la riada se
ensaña, siempre, con los pobres, en Nueva Orleans como en el estado Vargas),
la desgracia tampoco lo es. Esos casos de perpetración, de incitación al
delito, de abusos, no ocurren nunca en las zonas confortables de la
humanidad, sino que son la viñeta atroz de la miseria y la ignorancia.
Naturalmente, cuando hablamos de confort, no nos estamos refiriendo a la
docilidad de los divanes o a la temperatura del champagne, sino a esa
instalación muelle y perdurable en nuestro espacio interno que supone el
encontrarse, uno mismo, en el gustoso discurrir de la existencia propia. Esa
es, la verdadera metafísica del poder y de la buena vida, algo opuesto al
resentimiento de sujetos como el peón alzao que cada domingo le da
rienda suelta a su calidad de malquerido social.
DEMASIADO IGUALES.
La caída de Semtei, no deriva de haberse presentado, pistola o metralleta en
mano, al precinto policial de Chacao, a objeto de excarcelar a uno de sus
compinches. Ni de cometer “más que un crimen una estupidez” - como lo
sentenció Rangel - lo cual habría quebrantado cierto código no escrito de un
régimen que fomenta el delito, pero que deja en zona nebulosa las
estupideces que dan lugar a las defenestraciones. Menos todavía, tal caída
en desgracia deriva de la condición de diferente o distinto, sancionada por
el oficialismo con la inclusión en una lista negra o el apaleamiento
inmisericorde. El suicidio burocrático de Semtei, ocurre, precisamente, por
lo contrario: por parecerse demasiado a la revolución lo que incluye, en
erigirse en casi un clon de quien hasta ayer tenía como su inspirador y
mentor.
¿El
jefe máximo, de cuando en cuando, exhibe sus adiposidades enfundado en
atuendo de comandante? Pues Semtei, no se quedaba atrás, de modo que hace
apenas unas semanas, protagonizó una exhibición en la cual estrenó su
indumentaria y sus inexistentes capacidades de soldado.
En lo
que se refiere a insultos a los disidentes, igual. Lo lectores recordarán
que por no ser segundo de nadie, en esa materia, fue condenado a pagar
daños, perjuicios y costos de abogado. Claro, nunca es lo mismo la impunidad
escatológica que ofrece ofender desde Miraflores, que irse de la lengua
desde una oficinita del CNE.
Si de
chistes malos se trata, aquel de “el 28, el 28, el 28” rivaliza en
vulgaridad con las jaquetonerías televisivas, que cierto negrito genuflexo,
miembro del alto gobierno, ríe con puntualidad semanal y a colmillo pelado,
para llegar a la madre de las paridades. Nos referimos a los maltratos al
sector femenino, reveladores de alguna clase de reticencias. Porque no me
vengan, ofrecerle “lo suyo”, en público a la propia o a Condoleezza -a esta
última a través de subalternos- compite con el desprecio que significa
exhibirle el miembro viril a unas señoras en medio de una voladora,
conducta, que dicho sea de paso, las ofendidas vengaron con el remoquete de
“Cañón Corto”, que pesa sobre el infractor con carácter casi vitalicio.
Total, variaciones sobre una misma postración humana. Nos imaginamos que
algún rival, en la permanente guerra por ganar valimiento con líder
absoluto le habrá susurrado al oído la intriga que puso punto final a un
curriculum bolivariano que hasta antier, era de los más promisorios:
-
Ese hombre como que anda en una vaina, mi comandante. Quién sabe si hasta
aspira, también, ponérsele en decúbito ventral a Fidel Castro para parecerse
más a usted.
COMPADECER AL DEBIL. La hipocresía burguesa, nos lleva a tratar
ciertos casos como actos de sangre, dando por sentada una raza inferior
entre los humanos. “¡Eso nunca lo haría un señor!” Pero el gran Voltaire ya
había entendido, que el delincuente es un débil social. Ya que la Revolución
Forajida ha enterrado la teoría independencia y separación de poderes,
incluido su autor Montesquieu, es momento de reinterpretarla a través
Voltaire, que por lo menos, escribía más sabroso.
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