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Ahora que Juan Pablo II está delicado de salud,  pero vivo, no quiero aguardar que su hora sea llegada . . .


  AHORA QUE JUAN PABLO II está delicado de salud,  pero vivo, no quiero aguardar que “su hora sea llegada” - me apropio de la poética expresión de Paz Castillo - para hacer alguna que otra crítica constructiva a sus 25 años de pontificado. Después de todo el Concilio Vaticano I consagró la infabilidad papal en lo que a dogmas de fe se refiere. Pero no prohíbe las simpatías o antipatías que a los cristianos nos puede despertar determinado gobierno eclesiástico.

Juan Pablo II durante su mandato rodobló las intransigencias de la Iglesia, cuya esperanzadora holgura inició con mucho mejor pie, Juan XXIII.

Javier  Pérez Pellón, en “El último cruzado, un papa medieval”, afirma que El Vaticano de Wojtila, ha emprendido una Cruzada, en efecto, pero contra el siglo XX, el XXI y contra cualquier atisbo de contemporaneidad. 

¿ Es divorciada y vuelta a casar?

Lo lamento por usted, apreciada lectora. De acuerdo con los dictados de Su Santidad, ni siquiera se encuentra en pecado. Está excomulgada, ope legis, sin atenuantes, sin formula de juicio, por perpetradora con premeditación y alevosía, porque en materia de divorcio, celibato sacerdotal, igualdad de la mujer, control de natalidad, secularización y democratizacion eclesiatica, en el último cuarto de siglo la hoguera se ha vuelto a erigir en  predios de la Basílica de San Pedro.

Horst Herrmann, al hacer un análisis del actual pontificado, afirma que la ambigüedad caracteriza la obra y pensamiento de Juan Pablo II.  Rehabilita a herejes cristianos de antaño, como Huss, Copérnico y Galileo, pero se muestra implacable con teólogos disidentes de hogaño, como Hans Küng, Lefevre, Puente Ojea, Pohier, Curran, Boff y las feministas Gebara y Heinemann.

Estas contradicciones, han sido extrapoladas por Herrmann, al mundo de la política. Mientras El Vaticano condenaba regímenes autoritarios de izquierda, le impartía su bendición apostólica a Pinochet y a los golpistas de Haití que a sangre y fuego derrocaron al presidente constitucional Jean-Bertrand Aristide.

Los venezolanos tenemos algo que resentir en lo que se  refiere a ese doble discurso. A José Gregorio, no se le ha canonizado por las consejas de supuesto racismo en perjuicio del sabio Rangel. Pero Wojtila abrió la beatificación de Pío XII, no obstante las bien documentadas culpabilidades del Papa Pacelli, por omisión o por colaboración con el holocausto antisemita.

Según el filósofo Roger Garaudy, hay algo más grave que las paradojas papales. La sucesión de Wojtila, no abrirá espacios para el cambio porque "el Pontífice polaco ha colocado sus hombres en el colegio cardenalicio" para darle continuidad a su legado de intolerancia y retraso. 

¿ HACIA DONDE VAMOS? Huxley aseguraba que "el siglo XXI será religioso o no será". O entendemos que nuestro problema es de logros de cuestiones de veras esenciales o nos dirigimos a un suicidio colectivo.

Ese cristianismo de redropelo de Wojtila, elusivo del compromiso con el presente, es algo que destiñe o según el caso, aniquila la masa de católicos.  Cada día hay menos vocaciones a causa del anacrónico celibato sacerdotal. La divorciada, el divorciado con el estigma de excomulgado o la joven pareja que no puede usar la píldora o el preservativo porque desata la ira vaticana, urgidos de alimento espiritual, terminan por alistarse en la umbada, el camdonblé, el voudun, o redirle tributo a Yemayá, en particular en nuestro ámbito latinoamericano. 

O lo que es peor, produce un cristiano frivolizado, desentendido, cansado de acatar prohibiciones descabelladas que si se mantiene, es nominal, por inercia o por convencionalismo social y así, según Huxley, no vamos a tener siglo  XXI.

Un protagonista. Wojtila es una figura controvertida, pero de indudable significación histórica. La extensión temporal de su pontificado, su condición de polaco luego de varios siglos de hegemonía italiana, su militancia decisiva en la caída del Muro de Berlin, sus acercamientos con otras religiones, su incontrastable laboriosidad, su carisma y su condición de Papa viajero, le confieren una significación que adquiere dimension monumental más allá de los cuestionamientos.

Por supuesto, siempre queda espacio para las preferencias personales. Ya los lectores lo habrán adivinado. Tengo razones para desear un sucesor italiano. Lo digo con todo respeto: son  mejores. Quietos en su silla gestatoria, sin andar por ahi, montados en un papamovil, excomulgándolo a uno.    

 


© 2003 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio