- Os primierus en
llevare a os venezolainus pra el verdadeiro mar du la felicidade, fuimos
nusotrus –bramó Agostinho De Oliveira Caçado, un duro del nada veo, nada
oigo y nada digo, con varias décadas en el oficio.
Una injerencia
inaceptable de la llamada revolución. Pero sobre todo explosiva, más volátil
que el bobalicón y timorato aumento de la gasolina. Porque por mucho que se
ajuste el cobro por litro o por galón, los venezolanos siempre pagaremos
menos por octanos, que nuestros pares de Harlem, Londres, París, Buenos
Aires, Burundi, las islas Galápagos, Bielorús, Turkistán y Malandristán, por
nombrar algunas de localidades beneficiarias de las gabelas que el señor
Chávez disfraza como subsidios para los pobres, pero que no son más que
compra de encubrimientos para las tropelías más repugnantes.
Pero el precio de una
noche loca, es diferente. Es más internacional, más dolarizado, obedece más
las ineludibles leyes de la economía y, por consiguiente, depende menos de
las veleidades del primer babieca que se piensa salvador de la Humanidad.
Hace unos cuantos
meses, comentábamos en este mismo espacio, que así como el llamado Mc Dólar,
se ha consolidado como una herramienta de utilidad, para establecer la
paridad de los distintos signos monetarios, el llamado Sexi-dólar ofrece un
mecanismo todavía más preciso al respecto. Un ramito de flores por aquí, una
invitacioncilla a cenar por allá, una entrada a la discoteca para echar un
pie seguida de una mentirilla blanca en la oreja por más acá y ¡zas! todo
termina donde mismo. En el Puerta del Este, el Dallas, el Montaña del Este,
el Bruno, la Toga, Las Mil y Una Noches y demás hotelillos de sábanas
calientes o mataderos. Una denominación, justa o injusta, pero que ahora
coloca a estos venerables establecimientos en el ojo de la tormenta.
En lo adelante, el
precio de este servicio imprescindible se verá envuelto en la vorágine de
ineficiencia, soborno y del cuánto hay pa’ eso, que lo mismo priva para
obtener un pasaporte, una licencia de conducir o sacar una partida de
nacimiento, que para tramitar una petición en Cadivi. Así como la cotización
de McDonald’s a través de su comida basura distribuida a lo largo y ancho
del Planeta, sirve para el citado McDolar, el costo comparativo, de país a
país, de conquistar una chica, disparará nuestro Índice de Precios al
Consumidor como consecuencia de una nacionalización de uno de los insumos
más básicos en la mencionada actividad.
- Con usted, no hay
problema caballero. Pero me temo que si no se baja de la mula, la damita no
podrá entrar a la habitación, no porque sea menor de edad, sino porque
figura en la lista de Tascón - nos susurrará el esbirro de la Disip,
desdoblado al filo de la media noche, en recepcionista hotelero.
Como se ve una grave
alteración de las leyes del mercado, distorsionada todavía más, con los
sobornos y bajadas de la mula inherentes a la burocracia bolivariana.
Hay quien dice que la
nacionalización de los mataderos de ganado en pie, con su subproducto de
carestía de la carne, conducirá al raquitismo de la población. El cronista
piensa lo contrario. Lo verdaderamente trágico sería la nacionalización de
mis queridos, de mis apreciados mataderos, con su secuela de menor
cubicación de amor, pasión y rienda suelta. Es que lo que produce el
verdadero raquitismo, es la soledad ¡Ay!
|