Las Medidas Multilaterales

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El articulista revela el tipo de intervención multilateral que puede dar al traste con la llamada revolución bolivariana . . .


 

El State Departament anunció la posibilidad de promover medidas multilaterales ante el fraude masivo del CNE para impedir el referendo revocatorio de Chávez. Más allá de las citadas advertencias de los subalternos de Bush, digeribles o inaceptables según el viejo principio de no intervención en los asuntos internos, persiste la duda sobre su eficacia.

Una cosa es el hecho contante y sonante de un gobierno gamberro y otra, la posibilidad de meterlo en cintura a través de la acción pacífica y concertada de naciones amigas.  

 

Días atrás, por ejemplo, un experimentado diplomático para explicar cómo se bate el cobre en esta materia, utilizaba el siguiente ejemplo:

-El policía novato apenas observa una reyerta callejera, interviene para apartar a los contrincantes, con el resultado que termina casi siempre con un ojo morado. En cambio su colega veterano, mira, reflexiona, cuenta hasta diez mil y cuando advierte que los supuestos guapos están exánimes por los golpes o por el cansancio, los conduce a la comisaría. La ONU, la OEA y sus pares correspondientes –concluía este crítico amargo-  actúan siempre, después que la reyerta ha concluido. Igual que todo agente del orden, viejo y resabiado.  

LA PLANTA INSOLENTE. El remedio de la intervención militar extranjera, unilateral o en cayapa, sería peor que la enfermedad. Los venezolanos –el cronista, antes que ninguno- nos levantaríamos en armas para rechazar la intrusión. Sería la  guerra de los 100 años, como lo ha proclamado nuestro jefe de Estado. En ese particular no se debe subestimar el currículum de Chávez. 100 años de temple y tenacidad antes de rendirse en el Museo Militar y 100 años más, el 11/A, antes de guarecerse bajo la sotana de monseñor Porras, contabilizan dos siglos de resistencia indómita, sin descuento por balón detenido, para emplear el tópico del balompié.

Además, en materia de invasiones, la revolución  ha demostrado que es invulnerable. Igual que en la operación “cachitos con jamón”, el general Carneiro atraparía a los intrusos en cuestión de segundos. Acto seguido, los remitiría a tomar helados a Miraflores y luego, a reeducarse con los “Tupamaros” o con los “Guerreros de la Vega” porque está visto, la profesión de labriego colombiano indocumentado no paga. O paga menos que el oficio de sicario bolivariano.

El eventual embargo de Citgo, de los tanqueros de Pdvsa y el congelamiento de las compras de petróleo por EE UU y la Unión Europea, recibirían por respuesta un displicente “¿Y?”, de hombros encogidos, de quien por conservar el Poder, le importa un rábano la tasa de desempleo, la destrucción del aparato productivo y demás zarandajas de la economía.

INTERVIENEN LOS BANQUEROS. Sea como sea, jamás pueden menospreciarse amenazas de un gobierno como el de Baby Bush. Menos si ante la inoperatividad de organismos como la ONU, la OEA, o la Quinta Flota, merodea la banca internacional como factor desestabilizador.

Nos referimos a la posibilidad de desempolvar los secretos crematísticos de varios jefes revolucionarios, en lugar de la vieja fruición de secuestrar Presidentes de países enemigos, que era el método convencional de tumbar gobiernos en tiempos de la guerra fría.

Pero no se crea. La divulgación de cuitas financieras tampoco es tan inocentona como parece. Empleada en el espacio-tiempo oportuno es capaz de desencadenar verdaderos atajaperros quintarrepublicanos ¡Qué apertura de procedimientos ante la Fiscalía, qué “raya” a la fe y la confianza bolivariana, ni qué delitos contra el patrimonio público! La verdadera gorda se va a armar, cuando se conozcan los saldos de las cuentas off shore de los viejos camaradas y cunda el consabido “porqué él y no yo” y demás subproductos de la corrosiva envidia. Un generalote, disciplinado, afecto al llamado “proceso” se volverá respondón y pendenciero, al enterarse que en la venta de aquella refinería o en este negociado con los perros de la guerra, al contrario de algunos de sus colegas, quedó como las guayaberas, por fuera. Otro supuesto bolivariano, ajeno al mundo de las charreteras, porque los militarotes tampoco son los únicos, quedará al desnudo tras sus poses de resentido social. Ingeniosa forma de mimetizar la fruición de comer “pa’ mi solo”, las coimas por la automatización y compra de máquinas electorales, a buen resguardo en Suiza.

Ahora descubrimos qué se traen entre manos los que proponen las citadas medidas multilaterales: acabar con la cohesión y el sentido de equipo bolivariano. Un atentado contra el principio de no intervención en los asuntos internos. En particular de las revoluciones forajidas y desvergonzadas

 


© 2004 Derechos Reservados - Dr. Omar Estacio