Hablar y ejercer la expresión libérrima está muy
bien, siempre que se dé cumplimiento a requerimientos mínimos de espacio
y temporaneidad. Existe un código no escrito, ignorado de manera injusta
por las autoridades de la lengua, que pauta llamar al pan, pan y al vino,
vino, pero eso sí, en el momento y en el lugar adecuado.
Si una palabra mesurada, inocente y quizá hasta
cortés, se encuentra regida por estas reglas severas de convivencia
civilizada y pacífica ¿qué se puede esperar del, venablo, del ajo,
de la interjección colorada?
No deja de ser paradójico, pero aun la palabrota
aparentemente soez, es capaz de alcanzar la belleza a través de su
rotundidad, aparte que muchas veces es balsámica y hasta medicamentosa.
Sin embargo ambas categorías, inocentes o no, deben sujetarse a las
condiciones lugar y oportunidad so pena de constituirse en bochorno.
LA OPORTUNIDAD. No es una noche cualquiera. Después
de alquilar un frac en una tienda del ramo, usted, se encuentra en
la primera fila de la boda de un familiar muy cercano. El rito pauta en
ese momento, que quien tenga alguna objeción, la haga o calle para
siempre. De pronto, cual barítono contratado para interpretar el
"Ave María" en esa clase de ceremonias, usted suelta un do
de pecho con un sonoro ¡ ... nnnñó ! El sacerdote se paraliza. La
concurrencia entera voltea para mirarle. La novia llora. El novio se le
acerca en son de pelea. La felicidad de la parejita se encuentra al borde
de naufragio a causa de este incidente tan presagioso.
Claro, nadie por la discreción y buenas costumbres,
con que usted maneja sus asuntos privados, sabía de su irremediable mal.
Un doloroso callo en el dedo gordo del pie derecho, que algún fotógrafo
fogoso, pisó inmisericorde, en el afán de captar para la posteridad, la
sonrisa de la futura esposa. Luego de las consabidas aclaratorias, queda
usted relevado de toda responsabilidad y hasta una de las asistentes le
recomienda una marca especial de dediles fabricados en Hong Kong para la
próxima vez que asista a una boda.
FUERA DE SITIO. Pero así como el empleo de una
palabrota resulta analgésica y vistas las circunstancias, exenta de
admoniciones, hay expresiones inocuas en un sitio, pero punibles y hasta
pecaminosas en otros. Conviene tenerlo en cuenta a título informativo.
- Señor, por qué me revisa tanto ¿Acaso tengo
cara de terrorista o de portar una bomba?
"Terrorista", "bomba",
"artefacto explosivo", "francotirador", "Osama
Bin Laden". Expresadas en determinados aeropuertos equivalen a
cárcel. No importa que la supuesta perpetradora, sea una inofensiva
abuelita, incómoda por el maltrato de algunos oficiales de seguridad, que
aparte de imbéciles, son unos verdaderos patanes.
Registramos en nuestra memoria situaciones menos
dramáticas pero igual de enojosas. Le ocurrió a miss Josephine Thompson,
amiga nuestra, en un tour por el Caribe. Josephine, había
aprendido el castellano en Venezuela y quiso aprovechar el viaje para
practicar su segunda lengua:
- Perdón, míster, tiene un bicho en el pantalón.
Pero el señor con quien intentó trabar
conversación Josephine, se daba un paseo por el viejo San Juan. No
queremos ni imaginar el mal rato de la respetable señora al enterarse,
que esa expresión anodina en Venezuela, tiene una connotación distinta
en Puerto Rico, por lo que el aludido, nada más de oírla, le hizo a
nuestra apreciada amiga una proposición indecente.
EN LA POLÍTICA. Nos habíamos prometido no hablar
de política. Pero nos llega una información que se relaciona con el tema
del presente trabajo. Se trata de la campaña Presidencial en Ecuador,
donde ha sido presentada la candidatura del señor Lucio Gutiérrez.
Gutiérrez encabeza las encuestas y todo parece
indicar que cuando usted lea el presente artículo ya esté proclamado
como presidente electo.
Pero no es el resultado de esas votaciones lo que
nos importa. Nos interesan las palabras. Los competidores, como recurso
extremo y viendo que el triunfo peligra, acuden a los peores epítetos, de
modo de desacreditar al contrario.
"El candidato Salvador Gutiérrez, es igualito
a Hugo Chávez" - rezaba el oprobioso anuncio, difundido por el
comando de campaña de uno de los adversarios del virtual Presidente. Más
o menos lo mismo, ocurrió hace semanas atrás en la lucha por la jefatura
de Estado.
De más está decir, que la máxima autoridad
electoral ecuatoriana, después de la correspondiente investigación,
prohibió el golpe bajo –y copiamos textualmente la resolución-
"por atentar contra la moral y las buenas costumbres".
Es que al contrario de los casos vistos al comienzo,
hay malas palabras, en Ecuador, en Brasil, en Puerto Rico, en Venezuela y
en cualquier parte. Ahora y mañana. Sin atenuantes.
|