Habría
que revisar el número de gente que ha tenido que solicitar auxilio de la
División contra Fraudes
de la policía, por asumir posiciones menos cautelosas. En el ámbito
financiero, sentimental, pero mayormente en el político.
Meses
atrás, cuando la Sala Constitucional, para cubrir la acefalía que ella
misma
había generado designó a los rectores del CNE, alguna dirigencia,
incluidos los propios beneficiados, solicitaron la expedición de
“cheques en blanco” a favor de los funcionarios recién nombrados. Un
voto de confianza precipitado, gratuito y por lo mismo bobalicón. Pero ya
lo decía Clarasó. Hay dos clases de personas con derecho propio a la
confianza: los desconocidos y aquellos en los que aún no se ha confiado.
LO
MALO DEL OFICIALISMO DEL CNE. No está de más recapitular un poco. Ocurre
que uno se queja de la inclinación oficialista, gobiernera, de la mayoría
del CNE y nunca falta quien nos acuse de desestabilizador o asegure que
como lo disidencia se encuentra derrotada de antemano, acude al expediente
de denunciar tal clase de parcializaciones.
Es
la primera vez que Venezuela tiene una autoridad electoral susceptible de
cuestionamientos semejantes. Desde el presidente-fundador del extinto CSE,
el jurista Carlos Morales, pasando entre otros, por gente de la talla de
Delgado Chapellín, Latuff, Jaén, Yéspica, Isidro Morales, Kornblith y
Vicente Grisanti, quien prefirió asilarse en una embajada, antes que
convalidar las trampas del 30 de noviembre de 1952. Eran otros tiempos y otros
hombres (y mujeres, Miriam) incluido Pérez Jiménez, regordete, corrupto
y asustadizo, pero con quien se cometería una injusticia si con su figura
antihistórica, se acude a las consabidas comparaciones.
El
mensaje inicial, que no todo andaría en orden en el CNE, lo dio el
organismo al anular el llamado “Firmazo”. Una típica anteposición de
las formas sobre la sustancia, porque cuatro millones de venezolanos que
rubricaron la solicitud para encontrar una salida pacífica y democrática
a la presente crisis, fueron frustrados con sutilezas jurídicas.
A
esta clarinada de alerta la siguió la promulgación de una normativa
bizantina, pero sobre todo ilegal. Usted
no puedo alterar las reglas del juego. Pero eso es, precisamente,
lo que ha hecho el CNE con unas disposiciones aprobadas luego de consignada
la petición de revocatorio Presidencial. Más que facilitar
la consulta, se parecen a aquél juego de gyncana o carrera de obstáculos
extravagantes, con los que se divierte nuestra chiquillería.
¿Interpuso
el árbitro electoral esa clase de alcabalas, cuando se convocó referendo
para una Asamblea Constituyente o cuando el régulo de turno intentó
arrasar con la Confederación de Trabajadores de Venezuela?
Estos
son los procedentes que se tenían que respetar. Por si fuese poco,
a un acto intermedio, de trámite, de efectos temporales, como es la
recolección de firmas, se le han impuesto requisitos más rigurosos que
los actos finales, de efectos definitivos como lo son, el de depositar el
sufragio y ulterior conteo de votos.
Ningún
venezolano recuerda, por ejemplo, que un escrutinio y subsiguiente acto de
proclamación, actores principales de estos dramas, hayan sido demorados
por meses y sometidos a tal número de contingencias. El resultado
de unas elecciones siempre se ha conocido
y anunciado de manera oficial en cuestión de horas. Pero una
simple recolección de firmas, preparatoria de la votación
y por consiguiente, menos trascendente que esta última, se
mantiene en el limbo por meses.
Habrá
que ganar por knock-out fulminante, porque si la pelea se decide a
los puntos, ya sabemos a que atenernos. Esto, que es lo malo de la
parcialidad del árbitro, también tiene su lado positivo.
LA
COSA SE PONE BUENA. Días atrás, el gobierno ha arremetido con una
dispendiosa campaña. Según esta última, Chávez
repunta en las encuestas y una vez en el ineludible revocatorio, la
oposición naufragará víctima de sus explicables diferencias internas.
Una
mentira más. La mayoría oficialista del CNE, que sigue las directrices
de Miraflores, tan aficionada a reclamar cheques en blanco, obstruye,
demora, se niega a expedirle uno al verdadero titular de la cuenta.
Los lectores anticiparán a quien me refiero; se trata de la
abrumadora mayoría que quiere cobrar en taquilla, la defenestración
democrática, no solo del Presidente, sino de todo su gobierno gamberro.
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