García Mendoza, se ha referido a sus colegas del
sistema financiero en los siguientes términos: "(Risas) Me pareció
muy curioso. Fueron los últimos en abandonar el gobierno que cayó.
Después, fueron los primeros que se apegaron al Presidente de la
transición y posteriormente, terminaron siendo los primeros que se
adhirieron al Poder que regresó".
Para Romero: "Lo que ocurre en nuestra sociedad
es simple: predominan (...) la cobardía moral, el oportunismo..."
¿SE NACE O SE HACE? Sartre proclamaba un
determinismo, pero de libertad: "El hombre está condenado a ser
libre". Mucho antes, los griegos socráticos decían que eran libres
dentro de sus límites. " Mis límites son mi grandeza".
Descartes, levantando la bandera del pensamiento invoca para sí, la
libertad absoluta. Pensar y basta. Es libre el que piensa. Descartes,
pensante, se veía libre en todos los espejos.
Pero alguna ciencia, una vez rescatada de los fosos
de la Edad Media, también condicionó nuestra libertad. No somos libres
ni esclavos del vecino. Somos condicionados y condicionales. Todo está
escrito. En un palimpesto o en algún cromosoma. Kant y Hegel nos
aherrojan a nosotros mismos. El cristianismo se ha visto en los aprietos
del "libre albedrío" para aclarar cierta contradicción
esencial: si todo está visto y previsto por Dios ¿de qué somos
culpables nosotros?
Según los más recientes descubrimientos, el hombre
está determinado en su genoma, pero solo hasta cierto punto, alto ahí,
nos queda un último arrabal de libertad, un margen de indefinición, de
decisión propia, de responsabilidad.
Dicho lo anterior, el oportunista, el cobardón, el
genuflexo que se postra ante el primer mandamás que se aposenta en
Miraflores ¿nace o se hace?
EL PETROLEO. Los venezolanos hemos resuelto tal
duda, que para nosotros ni siquiera es metódica. Alguna especie de
maldición gitana es portador el Brent, el West Texas, en especial cuando
se cotizan a más de veinte dólares por barril ¡Qué genoma humano, ni
qué parcela del libre albedrío! El culpable de todos nuestros males, es
el petróleo. Por lo menos, la conseja según la cual antes de la
aparición del hidrocarburo éramos una comunidad, pobre pero honrada,
ganó fortuna entre nosotros.
Pero no habían supertanqueros en Venezuela, ni
petrodólares que repartir desde la presidencia de la República, cuando a
comienzos de nuestra independencia el marqués de Casa León, se
convirtió en pionero, de lo que a la postre se constituiría en un
verdadero deporte nacional: ponérsele de hinojos al gobernante de turno
con tal de conservar o mejorar los privilegios, sin que importe un
rábano, trayectoria histórica ni ideas, vivas o muertas.
Ese oportunismo que tanto enoja a Aníbal Romero y
que provoca la risa burlona del banquero García Mendoza, no atiende a
ninguna programación cromosómica. Menos todavía a que ningún boom
petrolero haya deteriorado nuestras supuestas buenas costumbres de otro
tiempo.
Los oportunistas, no nacen, nos los fabricamos en
Venezuela. El fenómeno forma parte de la historia Patria. Como jamás
hemos sido muy proclives a presentar cuentas por nuestros errores - ni a
exigirlas tampoco - he aquí que otorgamos puerta franca para que el
gentío sin escrúpulos, cambie de posición y de antemano, se sienta
relevada de toda culpabilidad. Pase lo que pase, aquí, nadie responde por
nada. Sencillamente.
Igual se da el caso del anciano desvergonzado que
permaneció tres años, como que si tal cosa. De copartícipe de un
gobierno corrupto y que cuando vé que la nave se viene a pique, aparece
ante la televisión gritando ¡Al ladrón, al ladrón!
Pero están los jurisconsultos que redactaron el decreto número uno del "Presidente" Carmona. El grupo de
empresarios que le daba vivas en el acto de su autojuramentación. El
director del matutino, Vaca Sagrada de nuestro periodismo, que hasta el
miércoles antes del golpe, se deshacía en zalemas bolivarianas pero que
fue el primero en editorializar en apoyo al presidente de la transición.
Los candidatos a ministros, viceministros, presidentes de institutos
autónomos. Nadie fue. Se trató de una gran confusión. Incluso el propio
Carmona fue sorprendido en su buena fe. Hasta ahora el único responsable
oficial es el señor Pérez Recao, un niño-bobo-hijo-de-papá, de los
tantos que tenemos en Caracas y que precisamente por lo que es, tendrá
que asumir su papel de paga pedos.
Uno termina de escribir esta apretada síntesis
sobre el oportunismo y se expone a que lo tilden de exagerado. He aquí el
verdadero problema. Que la realidad cada día se parece más a la
crónica.
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